Pero dejemos atrás la introducción, y adentremonos en un mundo donde reina la poesía, un mundo cercano y a la vez lejano, un mundo que quiere traernos a nosotros un poco de luz entre las tinieblas, por lo que sin más dilación os dejo con el decimooctavo poema de Logomaquia, el decimooctavo poema de LUZ ENTRE LAS TINIEBLAS:
XVIII
ERNESTO GUEVARA, UN HOMBRE PARA LATINOAMÉRICA
1
Susurro en la
mente,
grito en el
alba,
esperanzas
esperanzadas,
lucero en la
niebla,
mártir de su
ideario,
símbolo a su pesar,
y de su
pesar,
murió de
pie,
por no vivir
arrodillado.
Jamás
derrotado,
aunque si
alguna vez vencido,
loco por su
cordura,
cuerdo por su
locura,
utópico de
la realidad,
inspiración
de los que como él luchan,
por un mejor
mundo.
Mito de lo
humano,
soñador de
la igualdad,
comandante de
unos,
enemigo de
otros,
ejemplo de
muchos,
amenaza para
bastantes.
Así el halo
de un hombre es,
un hombre que
murió,
sin resucitar
al tercer día,
que murió a
manos de un mundo,
bajo la
incomprensión de un mundo
bajo un mundo
de incomprensión,
que él a su
manera salvar quiso,
como experto
jinete montado en su caballo,
Rocinante de
nombre,
Revolución
de apellido,
destinado a
estrellarse,
contra la
realidad,
contra los
molinos,
contra el
capitalismo.
Victima de un
mundo que lo traicionó,
de un mundo
que hoy lo santifica,
de un mundo
que hoy lo mitifica.
Victima de
sus propios anhelos,
anhelos de
creer que esta raza,
de seres
racionales a la que
pertenezco,
de nombre
humana,
merecía un
mundo mejor.
1 Para aquellos que creen que una utopía no es un imposible, sino un camino hacia un mundo mejor.
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