lunes, 30 de diciembre de 2019

XCI No dejes para mañana...


Otro año que va a acabar,
otro año que volvemos a olvidar,
que la Tierra pudimos mejorar,
pero, ¿Para qué nos va a importar?,
olvidemos todos nuestros errores,
entre estos alcohólicos vapores,
de felicidad siempre dadores,
hagamos promesas que no podamos cumplir,
hagamos promesas que no vayamos a cumplir,
para así en el sin vivir otro año vivir,
en vez de hacer lo correcto,
pues, ¿Para qué seguir el camino recto?,
ya otro año enmendaremos lo incorrecto,
pues nunca es el momento perfecto.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Joyas literarias L

A continuación incluyo el último fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos, el talentoso andaluz Gustavo Adolfo Bécquer, que, sin duda, es un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror, merecedor de ser conocido por todos:

"-Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-: yo te amo más aún que tú me amas; yo que desciendo hasta un mortal, siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas; incorpórea como ellas, fugaz y transparente, hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes le premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi cariño extraño y misterioso. 
Mientras ella hablaba así, el joven, absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuente desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca. La mujer de los ojos verdes prosiguió así: -¿Ves, ves el límpido fondo de ese lago, ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales... y yo... yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio, y que no puede ofrecerte nadie... Ven, la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino... las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles, el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven... ven... 
La noche comenzaba a extender sus sombras, la luna rielaba en la superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven... ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa le llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso... un beso... 
Fernando dio un paso hacia ella... otro... y sintió
unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve... y vaciló... y perdió pie, y calló al agua con un rumor sordo y lúgubre. 
Las aguas saltaron en chispas de luz, y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas."

Fin.

martes, 24 de diciembre de 2019

Joyas literarias IL

A continuación incluyo un penúltimo fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos, el talentoso andaluz Gustavo Adolfo Bécquer, que, sin duda, es un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror, merecedor de ser conocido por todos:

"III

-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares, ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche, profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre. 
El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen. 
Sobre una de estas rocas, sobre una que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba temblando, el primogénito de Almenar, de rodillas a los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia. 
Ella era hermosa, hermosa y pálida, como una estatua de alabastro. Uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas, como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro. 
Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero sólo exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos. 
-¡No me respondes! -exclamó Fernando, al ver burlada su esperanza-; ¿querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer... 
-O un demonio... ¿Y si lo fuese? 
El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un  arrebató  de amor:  -Si lo fueses... te amaría... te amaría, como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más allá de ella. "

Continuará...

viernes, 20 de diciembre de 2019

XC En busca de la felicidad












La felicidad es algo que buscamos,
y que solo a veces encontramos,
mientras por la vida pasamos,
en ocasiones tan solo la recordamos,
y eso de alegría nos puede llenar,
otras tantas no sabemos que buscar,
lo que nos hace difícil hallar,
lo que no sabemos ni donde va estar,
pero cuando en nosotros la sentimos,
merece la pena aquello que vivimos,
cuando la sentimos sin mas vivimos,
así es esa sensación hermosa y misteriosa,
pasajera pero siempre valiosa,
fugaz más eternamente grandiosa.

martes, 17 de diciembre de 2019

LXXXIX Por un instante mi vida










Ojos bellos del color de la vida,
Quédate un poco más,
pues aunque sé que te vas,
necesito que mi piel se despida,
llego la jornada más temida,
por mi alma entristecida,
que sabe que no le queda ni el quizás,
porque aunque sé que te vas,
parte de tu ser aquí se queda,
para en mis días acompañarme,
para en mis noches recordarme,
que ya no tengo el calor de tu piel de seda,
que tu sonrisa ya no volverá hablarme,
como cuando te amé en la arboleda.

sábado, 14 de diciembre de 2019

Joyas literarias XXXVIII

A continuación incluyo un quinto fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos, el brillante español Gustavo Adolfo Bécquer, que es, sin duda, un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror:

"Por último, una tarde... yo me creí juguete de un sueño...; pero no, es verdad; la he hablado ya muchas veces, como te hablo a ti ahora...; una tarde encontré sentada en mi puesto, y vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto... sí; porque los ojos de aquella mujer eran los que yo tenía clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos... 
-¡Verdes! -exclamó Íñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un salto en su asiento. 
Fernando le miró a su vez como asombrado de que concluyese lo que iba a decir, y le preguntó con una mezcla de ansiedad y de alegría: 
-¿La conoces? 
-¡Oh no! -dijo el montero.- ¡Líbreme Dios de conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar hasta esos lugares, me dijeron mil veces que el espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en sus aguas, tiene los ojos de ese color. Yo os conjuro, por lo que más améis en la tierra, a no volver a la fuente de los Álamos. Un día u otro os alcanzará su venganza, y expiaréis muriendo el delito de haber encenagado sus ondas. 
-¡Por lo que más amo!... -murmuró el joven con una triste sonrisa. 
-Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres, por vuestros deudos, por las lágrimas de la que el cielo destina para vuestra esposa, por las de un servidor que os ha visto nacer. 
-¿Sabes tú lo que más amo en este mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la que me dio la vida, y todo el cariño que puedan atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Cómo podré yo dejar de buscarlos! 
Dijo Fernando estas palabras con tal acento, que la lágrima que temblaba en los párpados de Íñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mientras exclamó con acento sombrío: -¡Cúmplase la voluntad del cielo! "

Continuará...

viernes, 13 de diciembre de 2019

Joyas literarias XXXVII

A continuación incluyo un cuarto fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos, el talentoso sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, que es, sin duda, un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror:

"El montero, sin desplegar los labios, arrastró su banquillo hasta colocarle junto al escaño de su señor, del que no apartaba un punto los espantados ojos. Éste, después de coordinar sus ideas prosiguió así: -Desde el día en que a pesar de tus funestas predicciones llegué a la fuente de los Álamos, y atravesando sus aguas recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de la soledad. 
Tú no conoces aquel sitio. Mira, la fuente brota escondida en el seno de una peña, y cae resbalándose gota a gota por entre las verdes y flotantes hojas de las plantas que crecen al borde de su cuna. Aquellas gotas que al desprenderse brillan como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, se reúnen entre los céspedes, y susurrando, con un ruido semejante al de las abejas que zumban en torno de las flores, se alejan por entre las arenas, y forman un cauce, y luchan con los obstáculos que se oponen a su camino, y se repliegan sobre sí mismas, y saltan, y huyen, y corren, unas veces con risa, otras con suspiros, hasta caer en un lago. En el lago caen con un rumor indescriptible. Lamentos, palabras, nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado sólo y febril sobre el peñasco, a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa para estancarse en una balsa profunda, cuya inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde. 
Todo es allí grande. La soledad, con sus mil rumores desconocidos, vive en aquellos lugares y embriaga el espíritu en su inefable melancolía. En las plateadas hojas de los álamos, en los huecos de las peñas, en las ondas del agua, parecen que nos hablan los invisibles espíritus de la Naturaleza, que reconocen un hermano en el inmortal espíritu del hombre. 
Cuando al despuntar la mañana me veías tomar la ballesta y dirigirme al monte, no fue nunca para perderme entre sus matorrales en pos de la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuente, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una locura! El día en que salté sobre ella con mi Relámpago, creí haber visto brillar en su fondo una cosa extraña... muy extraña...; los ojos de una mujer. 
Tal vez sería un rayo de sol que serpeó fugitivo entre su espuma; tal vez una de esas flores que flotan entre las algas de su seno, y cuyos cálices parecen esmeraldas... no sé: yo creí ver una mirada que se clavó en la mía; una mirada que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una persona con unos ojos como aquellos. 
En su busca fui un día y otro a aquel sitio. "

Continuará...

martes, 3 de diciembre de 2019

LXXXVIII Creación destructora












Dios ha muerto,
el hombre lo mató,
y su reino le arrebató,
pero no llegó a buen puerto,
pues creo una ficción,
que llamó el mercado,
y esta al hombre ha matado,
reinando ahora su creación,
los destinos de este mundo,
haciendo y deshaciendo a placer,
en este planeta siempre fecundo,
al que ahora está asesinando,
así caminamos hoy por él sin saber,
ni el como ni hasta cuando.

sábado, 30 de noviembre de 2019

LXXXVII Michiko Miyazaki

Ella era una guerrera habilidosa,
con una pericia prodigiosa,
más lo que la hacía poderosa,
solo en su interior reposa.


Su sonrisa era deliciosa,
tanto como su voz melodiosa,
era además amable y amistosa,
pero también letal y peligrosa,
si a ella te oponías,
cometiendo felonías 1,
no verías muchos más días.


La verdad y la justicia eran sus guías,
que la llevaban desde bosques a bahías,
sembrando de valor las tierras más baldías.

1 Deslealtad, traición, acción fea.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Joyas literarias XXXVI

A continuación incluyo un tercer fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos el genial andaluz Gustavo Adolfo Bécquer, que es, sin duda, un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror:

"II

-Tenéis la color quebrada; andáis mustio y sombrío; ¿qué os sucede? Desde el día, que yo siempre tendré por funesto, en que llegasteis a la fuente de los Álamos en pos de la res herida, diríase que una mala bruja os ha encanijado con sus hechizos. 
Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras trompas despierta sus ecos. Sólo con esas cavilaciones que os persiguen, todas las mañanas tomáis la ballesta para enderezaros a la espesura y permanecer en ella hasta que el sol se esconde. Y cuando la noche oscurece y volvéis pálido y fatigado al castillo, en balde busco en la bandolera los despojos de la caza. ¿Qué os ocupa tan largas horas lejos de los que más os quieren? 
Mientras Íñigo hablaba Fernando, absorto en sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de su escaño de ébano con el cuchillo de monte. 
Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó dirigiéndose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de sus palabras: -Íñigo, tú que eres viejo; tú que conoces todas las guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado por acaso una mujer que vive entre sus rocas? 
-¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito. 
-Sí -dijo el joven-; es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña... Creí poder guardar ese secreto eternamente, pero no es ya posible; rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura, que al parecer sólo para mí existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede darme razón de ella."

Continuará...

martes, 26 de noviembre de 2019

Joyas literarias XXXV

A continuación incluyo un segundo fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos el brillante Gustavo Adolfo Bécquer, que es, sin duda, un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror:

"En aquel momento se reunía a la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el primogénito de Almenar. 
-¿Qué haces? -exclamó dirigiéndose a su montero, y en tanto, ya se pintaba el asombro en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. ¿Qué haces, imbécil? ¡Ves que la pieza está herida, que es la primera que cae por mi mano, y abandonas el rastro y la dejas perder para que vaya a morir en el fondo del bosque! ¿Crees acaso que he venido a matar ciervos para festines de lobos? 
-Señor -murmuró Íñigo entre dientes-, es imposible pasar de este punto. 

-¡Imposible! ¿Y por qué? 
-Porque esa trocha -prosiguió el montero- conduce a la fuente de los Álamos; la fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente, paga caro su atrevimiento. Ya la res habrá salvado sus márgenes; ¿cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible? Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero reyes que pagan un tributo. Pieza que se refugia en esa fuente misteriosa, pieza perdida. 
-¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y primero perderé el ánima en manos de Satanás, que permitir que se me escape ese ciervo, el único que ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones de cazador... ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Aún se distingue a intervalos desde aquí... las piernas le faltan, su carrera se acorta; déjame... déjame... suelta esa brida o te revuelco en el polvo... ¿Quién sabe si no le daré lugar para que llegue a la fuente? Y si llegase, al diablo ella, su limpidez y sus habitadores. ¡Sus!, ¡Relámpago!, ¡sus, caballo mío!, si lo alcanzas, mando engarzar los diamantes de mi joyel en tu serreta de oro. 
Caballo y jinete partieron como un huracán. 
Íñigo los siguió con la vista hasta que se perdieron en la maleza; después volvió los ojos en derredor suyo; todos, como él, permanecían inmóviles y consternados. 
El montero exclamó al final: 
-Señores, vosotros lo habéis visto; me he expuesto a morir entre los pies de su caballo por detenerle. Yo he cumplido con mi deber. Con el diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el montero con su ballesta; de aquí adelante, que pruebe a pasar el capellán con su hisopo. "

Continuará...

sábado, 23 de noviembre de 2019

LXXXVI I want to break free 1

Quiero ser libre y volar,
lejos de este valle,
de lágrimas inundado,
donde el hermano mata,
en vez de amar,
a su hermana en la calle,
donde el color es castigado,
en vez de sus tonalidades abrazar,
a un lugar donde nunca se calle,
esa verdad que se nos arrebata,
donde libremente se pueda amar,
donde el pensar nunca encalle,
donde la igualdad no se ha pisoteado,
y por la justicia sin dudarlo se combata.

1 Quiero liberarme

jueves, 21 de noviembre de 2019

Tweeteando que es gerundio XVII...

A continuación incluyo algunos tweets de mi cuenta de twitter (si quieres acceder a mi twitter pincha aquí), donde medito un poco en general sobre este mundo sin sentido en el que vivo y del que formo parte, en cualquier caso espero que estas reflexiones os hagan pensar también a vosotros aunque solo sea para concluir cuan equivocado estoy:

"-Lo único cierto es que la vida es incierta...
The only certainty is that life is uncertain...
-A veces me enfada el hecho de estar siempre enfadado con la vida...
Sometimes I get angry by the fact that I am always angry with life...
-No se confunda porque las personas que realmente le importan son los ladrillos que hacen su hogar, es por eso que las casas están hechas de ladrillos de arcilla o piedra, pero los hogares están hechos de personas...
-Don't be confused because the people that you really care are the bricks that makes your home, that's why houses are made of bricks of clay or stone, but homes are made of people..."

Daniel Gorostiza Limón.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Joyas literarias XXXIV

A continuación incluyo un primer fragmento de Los ojos verdes, una de mis leyendas favoritas de uno de mis escritores favoritos mi admirado Gustavo Adolfo Bécquer, que es, sin duda, un maestro del romanticismo, la fantasía y el terror:

"Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. 
Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma. 
Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tales cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día. 


-Herido va el ciervo... herido va; no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas... Nuestro joven señor comienza por donde otros acaban... en cuarenta años de montero no he visto mejor golpe... Pero ¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el paso por esas carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas hasta echar los hígados, y hundidle a los corceles una cuarta de hierro en los ijares: ¿no veis que se dirige hacia la fuente de los álamos; y si la salva antes de morir podemos darle por perdido? 
Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido de las trompas, el latir de la jauría desencadenada, y las voces de los pajes resonaron con nueva furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros se dirigió al punto que Íñigo, el montero mayor de los marqueses de Almenar, señalara como el más a propósito para cortarle el paso a la res. 
Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los lebreles llegó a las carrascas jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo rápido como una saeta, las había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha que conducía a la fuente. 
-¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Íñígo entonces-; estaba de Dios que había de marcharse.
Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la pista a la voz de los cazadores. "

Continuará...

lunes, 11 de noviembre de 2019

Joyas literarias XXXIII

A continuación incluyo el  último fragmento de uno de mis relatos favoritos del escritor Edgar Allan Poe, que es, sin duda, un maestro del suspense y el terror, un fragmento de El corazón delator:

"Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba… ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso…, un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia… maldije… juré… Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto… más alto… más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían… y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más
tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces… otra vez… escuchen… más fuerte… más fuerte… más fuerte… más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí… ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!"

Fin.

jueves, 7 de noviembre de 2019

LXXXV Hijo de la lìrica

Sentado suavemente tecleo,
mientras un poema deslizarse veo,
se me escurre entre mis dedos,
volando más allá de mis miedos,
hacia parajes menos húmedos,
olvidando todos mis credos,
me trae aquello que más deseo,
avanza sin dejar escapar un jadeo,
nunca se a donde me lleva,
ni hacia donde cada verso se eleva,
no hasta que este está acabado,
y a veces aún con este terminado,
conmigo burlonamente se queda,
dejándome como ahora anonadado.

lunes, 4 de noviembre de 2019

LXXXIV La canción de la lucha












Siente el poder que en ti nace,
siéntelo pues en tu interior yace,
mira como ni el viento lo deshace,
si lo destruyen como fénix renace,
sin duda que la vida te derrotará,
al suelo una y otra vez te tirará,
pero tu tenacidad te levantará,
pues tú y solo tú tienes el poder,
de ver tu vida crecer y crecer,
hasta llegar a ser quien quieres ser,
para poder finalmente ser feliz,
olvida está o aquella cicatriz,
pues de la vida eres un aprendiz,
que busca el embrujo de no ser infeliz.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Joyas literarias XXXII

A continuación incluyo un  penúltimo fragmento de uno de mis relatos favoritos del escritor Edgar Allan Poe, que es, sin duda, un maestro del suspense y el terror, un fragmento de El corazón delator:

"Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En el momento en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.
Sonreí, pues… ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campiña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara… hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos."

Continuará...

lunes, 28 de octubre de 2019

Joyas literarias XXXI

A continuación incluyo un  tercer fragmento de El corazón delator que es uno de mis relatos favoritos del escritor Edgar Allan Poe, un maestro del suspense y el terror:

"Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí… ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez… nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar… ninguna mancha… ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo… ¡ja, ja!"

Continuará...