viernes, 28 de junio de 2019

Joyas literarias XIV

A continuación incluyo un último fragmento de La máquina del tiempo de uno de los padres de la ciencia ficción, H.G. Wells, que para mi es uno de los cuatro grandes escritores del siglo XIX:

"-Pero -dijo el Doctor, mirando fijamente arder el carbón en la chimenea-, si el Tiempo es tan sólo una cuarta dimensión del Espacio, ¿por qué se le ha considerado siempre como algo diferente? ¿Y por qué no podemos movernos aquí y allá en el Tiempo como nos movemos aquí y allá en las otras dimensiones del Espacio?
El viajero a través del Tiempo sonrió.
-¿Está usted seguro de que podemos movernos libremente en el Espacio? Podemos ir a la derecha y a la izquierda, hacia adelante y hacia atrás con bastante libertad, y los hombres siempre lo han hecho. Admito que nos movernos libremente en dos dimensiones. Pero ¿cómo hacia arriba y hacia abajo? La gravitación nos limita ahí.
-Eso no es del todo exacto -dijo el Doctor---. Ahí tiene usted los globos.
-Pero antes de los globos, excepto en los saltos espasmódicos y en las desigualdades de la superficie, el hombre no tenía libertad para el movimiento vertical.
-Aunque puede moverse un poco hacia arriba y hacia abajo-dijo el Doctor.
-Con facilidad, con mayor facilidad hacia abajo que hacia arriba.
-Y usted no puede moverse de ninguna manera en el Tiempo, no puede huir del momento presente.
-Mi querido amigo, en eso es en lo que está usted pensado. Eso es justamente en lo que el mundo entero se equivoca. Estamos escapando siempre del momento presente. Nuestras existencias mentales, que son inmateriales y que carecen de dimensiones, pasan a lo largo de la dimensión del Tiempo con una velocidad uniforme, desde la cuna hasta la tumba. Lo mismo que viajaríamos hacia abajo si empezásemos nuestra existencia cincuenta millas por encima de la superficie terrestre.
-Pero la gran dificultad es ésta --interrumpió el Psicólogo-: puede usted moverse de aquí para allá en todas las direcciones del Espacio; pero no puede usted moverse de aquí para allá en el Tiempo.
-Ese es el origen de mi gran descubrimiento. Pero se equivoca usted al decir que no podemos movernos de aquí para allá en el Tiempo. Por ejemplo, si recuerdo muy vivamente un incidente, retrocedo al momento en que ocurrió: me convierto en un distraído, como usted dice. Salto hacia atrás durante un momento. Naturalmente, no tenemos medios de permanecer atrás durante un período cualquiera de Tiempo, como tampoco un salvaje o un animal pueden sostenerse en el aire seis pies por encima de la tierra. Pero el hombre civilizado está en mejores condiciones que el salvaje a ese respecto. Puede elevarse en un globo pese a la gravitación; y ¿por qué no ha de poder esperarse que al final sea capaz de detener o de acelerar su impulso a lo largo de la dimensión del Tiempo, o incluso de dar la vuelta y de viajar en el otro sentido?
-¡Oh!, eso... -comentó Filby- es...
-¿Por qué no ... ? -dijo el Viajero a través del Tiempo.

-Eso va contra la razón --terminó Filby.
-¿Qué razón? -dijo el Viajero a través del Tiempo.
-Puede usted por medio de la argumentación demostrar que lo negro es blanco -dijo Filby-, pero no me convencerá usted nunca.
-Es posible -replicó el Viajero a través del Tiempo---. Pero ahora empieza usted a percibir el objeto de mis investigaciones en la geometría de Cuatro Dimensiones. Hace mucho que tenía yo un vago vislumbre de una máquina...
-¡Para viajar a través del Tiempo! -exclamó el Muchacho Muy joven.
 -Que viaje indistintamente en todas las direcciones del Espacio y del Tiempo, como decida el conductor de ella."

jueves, 27 de junio de 2019

LXVI Rutina

Del sol sus rayos me despertaron,
con su leve caricia mis ojos abrieron,
hacia el nuevo día me llevaron,
y los sentidos a mi al fin volvieron,
mis músculos se desperezaron,
y agua caliente para el té calentaron,
cuyos sorbos a gloria me supieron,
entonces mis pasos a la ducha me condujeron,
donde con delicadeza mi cuerpo lavé,
que luego con el abrazo de la toalla sequé,
rápidamente lo desvestido vestí,
y al trabajo sin dudarlo me dirigí,
donde a trabajar empecé,
pensando en mis cosas muy dentro de mí. 

viernes, 21 de junio de 2019

Joyas literarias XIII

A continuación incluyo un primer fragmento de La máquina del tiempo de uno de los padres de la ciencia ficción, H.G. Wells, que para mi es uno de los cuatro grandes escritores del siglo XIX:


"-Ni poseyendo tan sólo longitud, anchura y espesor,  un cubo tener existencia real.
-Eso lo impugno -dijo Filby-. Un cuerpo sólido puede, por supuesto, existir. Todas las cosas reales...
-Eso cree la mayoría de la gente. Pero espere un  momento, ¿puede un cubo instantáneo existir?
-No le sigo a usted -dijo Filby.
-¿Un cubo que no lo sea en absoluto durante, algún tiempo puede tener una existencia real?
Filby quedóse pensativo.
-Evidentemente -prosiguió el Viajero a través del Tiempo- todo cuerpo real debe extenderse en cuatro direcciones: debe tener Longitud, Anchura, Espesor y... Duración. Pero debido a una flaqueza natural de la carne, que les explicaré dentro de un momento, tendemos a olvidar este hecho. Existen en realidad cuatro dimensiones, tres a las que llamamos los tres planos del Espacio, y una cuarta, el Tiempo. Hay, sin embargo, una tendencia a establecer una distinción imaginaria entre las tres primeras dimensiones y  la última, porque sucede que nuestra conciencia se mueve por intermitencias en una dirección a lo largo de la última desde el comienzo hasta el fin de nuestras vidas.
-Eso -dijo un muchacho muy joven, haciendo esfuerzos espasmódicos para encender de nuevo su cigarro encima de la lámpara eso... está, realmente, muy claro.
-Ahora bien, resulta notabilísimo que se olvide esto con tanta frecuencia -continuó el Viajero a través del Tiempo en un ligero acceso de jovialidad-. Esto es lo que significa, en realidad, la Cuarta Dimensión, aunque ciertas gentes que hablan de la Cuarta Dimensión no sepan lo que es. Es solamente otra manera de considerar el Tiempo. No hay diferencia entre el Tiempo y cualesquiera de las tres dimensiones salvo que nuestra conciencia se mueve a lo largo de ellas. Pero algunos necios han captado el lado malo de esa idea. ¿No han oído todos ustedes lo que han dicho esas gentes acerca de la Cuarta Dimensión?
-Yo no-dijo el Corregidor.
-Pues, sencillamente, esto. De ese Espacio, tal como nuestros matemáticos lo entienden, se dice que tiene tres dimensiones, que pueden llamarse Longitud, Anchura y Espesor, y que es siempre definible por referencia a tres planos, cada uno de ellos en ángulo recto con los otros. algunas mentes filosóficas se han preguntado: ¿por qué tres dimensiones, precisamente?, ¿por qué no otra dirección en ángulos rectos con las otras tres? E incluso han intentado construir una geometría de Cuatro Dimensiones. El profesor Simon Newcomb expuso esto en la Sociedad Matemática de Nueva York hace un mes aproximadamente. Saben ustedes que, sobre una superficie plana que no tenga más que dos dimensiones, podemos representar la figura de un sólido de tres dimensiones, e igualmente creen que por medio de modelos de tres dimensiones representarían uno de cuatro, si pudiesen conocer la perspectiva de la cosa. ¿Comprenden?
-Así lo creo -murmuró el Corregidor; y frunciendo las cejas se sumió en un estado de introversión, moviendo sus labios como quien repite unas palabras místicas-. Sí, creo que ahora le comprendo -dijo después de un rato, animándose de un modo completamente pasajero.
-Bueno, no tengo por qué ocultarles que vengo trabajando hace tiempo sobre esa geometría de las Cuatro Dimensiones. Algunos de mis resultados son curiosos. Por ejemplo, he aquí el retrato de un hombre a los ocho años, otro a los quince, otro a los diecisiete, otro a los veintitrés, y así sucesivamente. Todas éstas son sin duda secciones, por decirlo así, representaciones Tri-Dimensionales de su ser de Cuatro Dimensiones, que es una cosa fija e inalterable.
Los hombres de ciencia -prosiguió el Viajero a través del Tiempo, después de una pausa necesaria para la adecuada asimilación de lo anterior- saben muy bien que el Tiempo es únicamente una especie de Espacio. Aquí tienen un diagrama científico conocido, un indicador del tiempo. Esta línea que sigo con el dedo muestra el movimiento del barómetro. Ayer estaba así de alto, anoche descendió, esta mañana ha vuelto a subir y llegado suavemente hasta aquí. Con seguridad el mercurio no ha trazado esta línea en las dimensiones del Espacio generalmente admitidas. Indudablemente esa línea ha sido trazada, y por ello debemos inferir que lo ha sido a lo largo de la dimensión del Tiempo."
(Continuará...)

martes, 18 de junio de 2019

LXV Sueños y sombras












Escucha la voz de tu corazón, 
escucha también la de tu razón,
para que con la imaginación,
puedas volar con toda pasión,
mientras que con los pies aprendes a andar,
y así por la vida caminar,
hacía ese destino que solo puedes soñar,
pues por los sueños debemos luchar,
Más no vivir en ellos,
por más que sean bellos,
sino que traerlos a esta tierra de realidades,
acabando con las mundanas fealdades,
rompe con tu voluntad todos los sellos,
que erróneamente separan tu dos mitades.

lunes, 17 de junio de 2019

Joyas literarias XII

A continuación incluyo un último fragmento de La Odisea de Homero donde se narra el encuentro del terrible Cíclope con Odiseo (Ulises para los romanos),  rápido en ardides (mañas, trampas, artificios o destrezas mentales), el cual es uno de mis primeros héroes de ficción y aún uno de mis héroes favoritos: 

"El cíclope gemía, se retorcía de dolor y palpando con las manos retiró la piedra de la cueva. Se sentó en la entrada, las manos extendidas, por si pillaba a alguien saliendo entre las ovejas. ¡Tan insensato pensaba que era yo! Entonces me puse a meditar cómo saldrían mejor las cosas. ¡Si encontrara el medio de liberar a mis compañeros y a mí mismo de la muerte! Y entretejí toda clase de engaños y planes, ya que se trataba de mi propia vida.  Puesto que un gran mal estaba cercano, esta me pareció la mejor decisión: los carneros estaban bien alimentados, con densos vellones, hermosos y grandes, y tenían una lana color violeta. Conque los até en silencio, juntándolos de tres en tres, con mimbres bien trenzados sobre los que dormía el cíclope, el monstruo de pensamientos impíos; el carnero del medio llevaba a un hombre, y los otros dos marchaban a cada lado, ocultando a mis compañeros. Tres carneros llevaban a cada hombre. Entonces yo, viendo que había un carnero, el mejor con mucho de todo su rebaño, me apoderé de este por el lomo y me coloqué bajo su velludo vientre hecho un ovillo y me mantenía con ánimo paciente agarrado con mis manos a su divino vellón.
Así aguardamos anhelantes a Eos divina y cuando se mostró la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, el cíclope sacó a pastar a los machos de su ganado y las hembras balaban por los corrales, pues sus ubres rebosaban de espumosa leche sin ordeñar. Su dueño, abatido por funestos dolores, tentaba el lomo de todos sus carneros que se mantenían rectos. El necio no se daba cuenta de que mis compañeros estaban sujetos bajo el pecho de los lanudos animales. El último en salir fue el carnero guía del rebaño cargado con su lana y conmigo que pensaba muchas cosas.
El poderoso Polifemo lo palpó y se dirigió a él: -Carnero amigo, ¿por qué sales de la cueva, el último del rebaño? Antes jamás marchabas detrás de las ovejas, sino que, a grandes pasos, eras el primero en pastar las tiernas flores del prado y llegabas el primero a las corrientes de los ríos y el primero que deseaba volver al establo por la tarde. Ahora, en cambio, eres el último de todos. Sin duda echas de menos el ojo de tu soberano, el que me ha cegado un hombre malvado, Nadie, con la ayuda de sus miserables compañeros, sujetando mi mente con vino quien todavía, te lo aseguro, no ha escapado de la muerte. ¡Ojalá tuvieras sentimientos iguales a los míos y estuvieras dotado de voz para decirme dónde se ha escondido aquel huyendo de mi furia! Pronto su cabeza, molida por mis golpes reventaría contra el suelo de la cueva y mi corazón se repondría de los males que me ha causado el vil Nadie.
Así diciendo alejó de sí al carnero. Y cuando llegamos un poco lejos de la cueva y del corral, yo me desaté del carnero y liberé a mis compañeros. Entonces arreamos rápido el abundante gordo ganado de finas patas y lo condujimos hasta llegar a la nave."

sábado, 15 de junio de 2019

LXIV Amando amarte

Así como la oruga con ser mariposa,
o la flor con ser hermosa,
mi pecho en el que tu cabeza reposa,
sueña con tu risa bulliciosa,
con el tacto de tu mano por mi mejilla ociosa,
que mi boca besarla ahora osa,
pues alimentada por tu mirada amorosa,
mi esperanza se vuelve gozosa,
me susurras entonces melosa,
palabras que huelen a rosa,
una petición sin duda fantasiosa,
mientras sobre mi te mueves sinuosa,
reanudando de nuevo nuestra cosa,
esa pasión calurosa pero de amor generosa.

jueves, 13 de junio de 2019

Joyas literarias XI

A continuación incluyo un cuarto fragmento de La Odisea de Homero donde se narra el encuentro del terrible Cíclope con Odiseo (Ulises para los romanos), el cual es uno de mis primeros héroes de ficción y aún uno de mis héroes favoritos, pues su gran virtud no era una gran fuerza, valor o coraje, sino su astucia, su inteligencia: 

"Así hablé, y él la tomó, bebió y gozó con grata sorpresa del dulce vino. Y me pidió más: -Dame más de buen grado y dime ya tu nombre para que te ofrezca el don de hospitalidad con el que te vas a alegrar. Pues también la donadora de vida, la Tierra, produce para los cíclopes vino de grandes uvas y la lluvia de Zeus las hace crecer. Pero esto es una catarata de ambrosía y néctar.
Así habló, y yo le ofrecí de nuevo rojo vino. Tres veces se lo llevé y tres veces bebió sin medida. Después, cuando el rojo vino había invadido la mente del cíclope, me dirigí a él con dulces palabras: -Cíclope, ¿Me preguntas mi célebre nombre? Te te lo voy a decir, mas dame tú el don de hospitalidad como me has prometido. Nadie es mi nombre, y Nadie me llaman mi madre y mi padre y todos mis compañeros.
Así hablé, y él me contestó con corazón cruel: -A Nadie me lo comeré último entre sus compañeros y a los otros antes. Este será tu don de hospitalidad.
Dijo, se tiró hacia atrás y cayó boca arriba. Estaba tumbado con su robusto cuello inclinado a un lado y de su garganta saltaba vino y trozos de carne humana y eructaba por estar cargado de vino.
Entonces arrimé la estaca bajo el abundante rescoldo para que se calentara y comencé a animar con mi palabra a todos los compañeros, no fuera que alguno se me escapara por miedo. Y cuando la estaca estaba a punto de arder en el fuego, verde como estaba, y resplandecía terriblemente, me acerqué y la saqué de las llamas, y mis compañeros me rodearon, pues sin duda un dios les infundía gran valor. Tomaron la aguda estaca de olivo y se la clavaron en el ojo, y yo hacía fuerza desde arriba y le daba vueltas. Como cuando un hombre taladra con un trépano la madera destinada a un navío, otros abajo la atan a ambos lados con una correa y la madera gira continua, incesantemente; así hacíamos dar vueltas, bien asida,  la estaca de punta de fuego en el ojo del cíclope y la sangre corría por ella caliente. La estaca ardiente le quemó los párpados, las cejas y las pupilas cuyas raíces crepitaban por el fuego. Como cuando un herrero sumerge una gran hacha o una garlopa en agua fría para templarla y esta resuena con gran estrépìto, pues este es el poder del hierro, así resonaba el ojo del cíclope en torno a la estaca de olivo. Lanzó un gemido grande y horroroso, la piedra retumbó en torno y nosotros huimos aterrorizados.
Entonces se extrajo del ojo la estaca empapada en sangre y, enloquecido, la arrojó de sí con las manos. Y al punto se puso a llamar a grandes voces a los cíclopes que habitaban a su alrededor, en cuevas, por las ventiscosas cumbres. Al oír estos sus gritos, venían cada uno de un sitio y se colocaron alrededor de su cueva y le preguntaron qué le afligía: -¿Qué dolor tan grande sufres, Polifemo, para gritar de esa manera en la noche inmortal y hacernos abandonar el sueño? ¿Es que alguno de los mortales se lleva tus rebaños contra tu voluntad o te está matando alguien con engaño o con sus fuerzas?
Y les contestó desde la cueva el poderoso Polifemo: -Amigos, Nadie me mata con engaño y no con sus propias fuerzas.
Y ellos le contestaron y le dijeron aladas palabras: -Pues si nadie te ataca y estás solo, no puedes escapar de la enfermedad que te envía el gran Zeus, pero al menos suplica a tu padre Poseidón, el soberano.
Así dijeron, y se marcharon. Y mi corazón rompió a reír: ¡cómo los había engañado mi nombre y mi astucia irreprochable!"
(Continuará...)

miércoles, 12 de junio de 2019

LXIII Pequeñas aventuras sin desventuras

En mis viajes la felicidad hallo,
que en mis días cotidianos callo,
no porque infelicidad del diario obtengo,
pero es más calmada la que entonces retengo,
en cambio cuando lugares desconocidos visito,
aprendo lo que no sé ni aún gracias al libro más erudito,
disfruto de sus lugares, sus gentes, gastronomía,
y descubro una cultura que no es la mía,
pues el viajar no es tan solo moverse,
es también en el alma crecerse,
pues viajar no es tan solo ir rápido o despacio,
a través del espacio,
viajar es moverse más allá del tiempo,
para ver las edades de un lugar sin contratiempo.

martes, 11 de junio de 2019

Joyas literarias X

A continuación incluyo un tercer fragmento de La Odisea de Homero donde se narra el encuentro del Cíclope con Odiseo (Ulises para los romanos), el cual es uno de mis primeros héroes de ficción y aún uno de mis héroes favoritos, pues su gran virtud no era una gran fuerza, valor o coraje, sino su astucia, su inteligencia: 

"Cuando el cíclope hubo llenado su enorme vientre de carne humana y leche no mezclada, se tumbó dentro de la cueva, tendiéndose entre los rebaños. Entonces yo tomé la decisión en mi magnánimo corazón de acercarme a él, sacar la aguda espada que colgaba en mi muslo y atravesarle el pecho por donde el diafragma contiene el hígado y la tenté con mi mano. Pero me contuvo otra decisión, pues allí hubiéramos perecido también nosotros con muerte cruel: no habríamos sido capaces de retirar de la elevada entrada la piedra que había colocado. Así que llorando esperamos a Eos divina.
Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, el cíclope se puso a encender fuego y a ordeñar sus bien alimentados rebaños, todo como debe hacerse, y bajo cada oveja colocó un corderito. Luego que hubo realizado sus trabajos, agarró a dos de los míos  a la vez y se los preparó como desayuno. Y cuando hubo desayunado, condujo fuera de la cueva a sus gordos rebaños retirando con facilidad la gran piedra de la entrada y la volvió a poner como si colocara la tapa a una aljaba. Mientras el cíclope encaminaba con gran estrépito sus rebaños hacia el monte, yo me quedé meditando males en lo profundo de mi pecho:- ¡Si pudiera vengarme y Atenea me concediera lo que le suplico...!
Y esta fue la decisión que me pareció mejor. Junto al establo yacía el enorme garrote del cíclope, verde, de olivo; lo había cortado para llevarlo cuando estuviera seco. Al mirarlo, lo comparábamos con el mástil de una negra nave de veinte bancos de remeros, de una amplia nave de transporte, de las que recorren el negro abismo: así era su longitud, así era su anchura al mirarlo. Me acerqué y corté de él una estaca como una braza, la coloqué junto a mis compañeros y les ordené que la afilaran. Estos la alisaron y luego me acerqué yo, le agucé el extremo y después la puse al fuego para endurecerla. La oculté bien, cubriéndola bajo el estiércol que estaba extendido en abundancia por la cueva. Después ordené que sortearan quién se atrevería a levantar la estaca conmigo y a retorcerla en el ojo del cíclope cuando le llegara el dulce sueño. Eligieron entre ellos a cuatro, a los que yo mismo habría deseado escoger y yo me conté entre ellos como quinto. Llegó el cíclope por la tarde, conduciendo sus ganados de hermosos vellones e introdujo en la amplia cueva a sus gordos rebaños, a todos, y no dejó nada fuera del profundo establo, ya porque sospechara algo o porque un dios así se lo aconsejó. Después colocó la gran piedra que hacía de puerta, levantándola muy alta, y se sentó a ordeñar las ovejas y las baladoras cabras, todas por orden, y bajo cada una colocó a su hijito. Luego que hubo realizado sus trabajos agarró a dos compañeros a la vez y se los preparó como cena. Entonces me acerqué y le dije al cíclope sosteniendo entre mis manos una copa de negro vino: -Aquí, cíclope! Bebe vino después de comer carne humana, para que veas qué bebida escondía nuestra nave. Te lo he traído como libación, por si te compadecieras de mí y me enviaras a casa, pues estás enfurecido de forma ya intolerable. ¡Cruel!, ¿Cómo va a llegarse a ti en adelante ninguno de los numerosos hombres? Pues no has obrado como corresponde."
(Continuará...)

miércoles, 5 de junio de 2019

LXII La estación Liverpool 1

Erase una vez el horror fue desatado,
en este hermosamente esférico lugar,
al que llamamos nuestro hogar,
no era la primera vez que el mal fue liberado,
pues el corazón humano de tinieblas está formado,
así que de nuevo un terror que de verlo hacía llorar,
fue entonces de su prisión liberado,
parecía que nadie lo podía parar,
más pequeñas luces comenzaron a surgir,
estaciones cuya esperanza era el destino,
de corazones que en paz querían vivir,
ayudados por el buen vecino,
que no podía a su prójimo ver sufrir,
y en vez de no hacer, intervino.


1 En el período previo a la Segunda Guerra Mundial, en concreto a fines de la década de 1930, la estación Liverpool sirvió como punto de entrada para miles de niños judíos refugiados que llegaron a Londres como parte de la misión de rescate Kindertransport.

martes, 4 de junio de 2019

Joyas literarias IX

A continuación incluyo un segundo fragmento de La Odisea de Homero donde se narran las aventuras de Odiseo (Ulises para los romanos) uno de mis primeros héroes de ficción y aún uno de mis héroes favoritos, pues su gran virtud no era una gran fuerza, valor o coraje, sino su astucia, su inteligencia: 

"Llegamos enseguida a la cueva del monstruo y no lo encontramos dentro, sino que estaba apacentando sus rebaños. Conque entramos en la cueva y echamos un vistazo a cada cosa: los canastos se inclinaban bajo el peso de los quesos y los establos estaban llenos de corderos y cabritos. Todos estaban encerrados por separado: a un lado los mayores, a otro los medianos y a otro los cabritos que aún se amamantaban. Y todos los recipientes con los que ordeñaba, colodras y jarros bien construidos, rebosaban de suero. Entonces mis compañeros me rogaron que nos apoderásemos primero de los quesos y regresáramos; que sacáramos luego de los establos cabritos y corderos y, conduciéndolos a la rápida nave, surcáramos de nuevo el salobre mar. Pero yo no les hice caso, mucho mejor hubiera sido seguir su consejo, para poder ver al monstruo y por si me daba los dones de la hospitalidad. Pero su aparición no habría de serles grata a mis compañeros.
Así que, encendiendo una fogata, hicimos un sacrificio, repartimos quesos, los comimos y aguardamos al cíclope sentados dentro de la cueva hasta que llegó conduciendo el rebaño. Traía una pesada carga de leña seca para su comida y la tiró dentro con gran ruido. Nosotros nos arrojamos atemorizados al fondo de la cueva y él a continuación introdujo sus gordos rebaños, todos los que solía ordeñar, y a los machos, los carneros y los chivos, los dejó en la puerta, fuera del profundo establo. Después levantó una gran roca y la colocó en la entrada, tan pesada que no la habrían levantado del suelo ni veintidós buenos carros de cuatro ruedas: ¡tan enorme piedra colocó sobre la puerta! Luego se sentó a ordeñar las ovejas y las baladoras cabras, como debe hacerse, y debajo de cada una colocó su cría. Enseguida puso a cuajar la mitad de la blanca leche en cestas bien entretejidas y la otra mitad la colocó en cubos, para beber cuando comiera y le sirviera de adición al banquete. Cuando hubo realizado todo su trabajo prendió fuego y, al vernos, nos preguntó: -Forasteros, ¿quiénes sois? ¿De dónde venís navegando los húmedos senderos? ¿Andáis errantes por algún asunto, o sin rumbo como los piratas por la mar, los que andan a la aventura exponiendo sus vidas y llevando la destrucción a los de otras tierras?.
Así habló, y nuestro corazón se estremeció por miedo a su voz insoportable y a él mismo, al gigante. Pero le contesté con mi palabra y le dije: -Somos aqueos y hemos venido errantes desde Troya, zarandeados por toda clase de vientos sobre el gran abismo del mar, desviados por otro rumbo, por otros caminos, aunque nos dirigimos de vuelta a casa. Así quiso Zeus ordenarlo. Nos preciamos de pertenecer al ejército del Atrida Agamenón, cuya fama es la más grande bajo el cielo: ¡tan ilustre ciudad ha devastado y tantos hombres ha hecho sucumbir! Conque hemos dado contigo y nos hemos llegado a tus rodillas por si nos ofreces hospitalidad y nos das un regalo, como es costumbre entre los huéspedes. Ten respeto, varón excelente, a los dioses; somos tus suplicantes y Zeus es el vengador de los suplicantes, Zeus Hospitalario, quien acompaña a los huéspedes, a quienes se debe respeto.
Así hablé, y  él  me  contestó  con  corazón  cruel: -Eres estúpido, forastero, o vienes de lejos, tú que me ordenas temer o respetar a los dioses, pues los cíclopes no se cuidan de Zeus, portador de la égida, ni de los dioses felices. Pues somos mucho más fuertes. No te perdonaría, ni a ti ni a tus compañeros, por evitar la enemistad de Zeus si mi ánimo no me lo ordenara.
Pero dime, para que yo lo sepa, dónde detuviste tu bien fabricada nave al venir, al final de la playa o aquí cerca.
Así habló para probarme, y a mí, que sé mucho, no me pasó esto desapercibido. Así que me dirigí a él con palabras engañosas: -La nave me la ha destrozado Poseidón, el que conmueve la tierra; la ha lanzado contra los escollos en los confines de vuestro país, conduciéndola hasta un promontorio y el viento la retiró del ponto. Por ello he escapado junto con estos de la dolorosa muerte.
Así hablé, y él no me contestó nada con corazón cruel, pero se levantó de repente y echó mano a mis compañeros. Agarró a dos a la vez, los golpeó contra el suelo como a cachorrillos y sus sesos se esparcieron por el suelo empapando la tierra. Cortó en trozos sus miembros, se los preparó como cena y se los comió, como un león montaraz, sin dejar sus entrañas, sus carnes ni sus huesos llenos de meollo.  
Nosotros elevamos llorando nuestras manos a Zeus, pues veíamos acciones malvadas, y la desesperación se apoderó de nuestro ánimo."
(Continuará...)