
Pero mis palabras sobran, pues ese espacio va a ser en este instante ocupado por otras más sabias y sensatas, palabras que harán todo lo que esté en su mano para tratar de brindarnos una pizca de luz entre las tinieblas que nos envuelven, así que como ya te habrás percatado te encuentras a las puertas del vigésimo quinto poema de Logomaquia, el vigésimo quinto poema de LUZ ENTRE LAS TINIEBLAS:
XXV ¿EL OCASO DE UN SUEÑO?
¿Qué ha
quedado del ardor temerario?
¿Qué ha
quedado de las ideas,
revoluciones,
evoluciones y utopías?
¿Qué ha
quedado del sueño de un mundo sin esclavos,
de todos
iguales considerados?
¿Qué ha
quedado… ¡Qué ha quedado!
Nada, la
lucha se ha diluido,
disuelta en
un mar de adormecedora autocomplacencia,
en un océano
de objetos de consumo,
juguetes que
nos entretienen,
caramelos que
nos distraen el hambre,
pero nunca la
quitan,
que nos
apartan de un mundo que no queremos ver,
que no
queremos conocer, saber que existe.
Hemos vendido
el alma al mercado,
hemos vendido
el alma al capital,
y no hemos
guardado el recibo.
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