domingo, 26 de enero de 2025

El libro de Sara (3ª parte)

Os dejo aquí un fragmento de mi nuevo libro Mundos, en concreto parte del segundo

capitulo del segundo relato de la parte de Mundos Fantásticos.


El libro de Sara.


Capítulo II: Daniel Jackson (2ª parte.)


Pero me contó algo más importante y es que su alma estaba de alguna forma atada o encerrada en ese libro y que sólo se liberaría de aquel maleficio si el libro era enterrado junto al resto de su cuerpo, así que dedique la mayor parte de mis ratos libres tras mis clases para buscar el paradero de Sara Pérez, una niña polaca, un niña judía sefardí, una buena niña que murió trágicamente en el campo de concentración de Austwich y finalmente logré descubrir donde se encontraban sus restos, finalmente fui capaz de encontrarla a ella y a su hermano, un anciano hebreo que vivía en la ciudad israelí de Tel Aviv con el que me pude poner en contacto telefónicamente.

En aquella conversación me dijo que me haría llegar una recompensa de medio millón de dólares cuando recibiera el libro, para lo que mandaría a alguien a recogerlo a Nueva York, a lo cual yo le contesté lo siguiente: -Quizás esto le parezca una locura, pero considero a Sara mi amiga y me gustaría estar presente cuando se entierre el libro junto a sus restos.

-No, no me lo parece; me contestó Solomon que añadió; estaré más encantado de conocer al joven gracias al cual mi dulce Sara podrá por fin descansar en paz.

Y a la semana siguiente recibí por correspondencia un cheque al portador por la suma de quinientos mil dólares y un billete de avión que partiría del aeropuerto JFK de Nueva York con destino a Tel Aviv en sólo tres días.

Así que le dí el cheque a mi madre para que lo cobrara y le conté toda la historia que había estado guardando en secreto durante tres años, pues al tener dieciocho años en aquel diciembre del ochenta y nueve que estaba ya por acabar, realmente no necesitaba su autorización pero aún así quería su bendición para mi quizás loca aventura, la cual obtuve. Partiendo así el 27 de diciembre a Israel, donde al llegar al aeropuerto pude reconocer fácilmente al anciano Solomon pues era el hombre que me esperaba allí con un cártel con mi nombre. Pero lo cierto es que nada más verlo pude descubrir tras esas arrugas que el tiempo le había ido regalando con los años, un gran parecido con mi amiga Sara.

Entonces me llevó a su lujosa mansión donde me homenajeó con un banquete digno de un rey, y puesto que cuando llegué a aquella tierra a la que tres importantes religiones monoteístas consideran sagrada estaba anocheciendo, pasé la noche allí, en la casa del señor Solomon.

De esta manera a la mañana siguiente nos dirigimos hacia el cementerio cuando una explosión volcó el coche de manera que el libro que Solomon sostenía como si se le fuera la vida en ello fue a parar a mis manos, Entonces Sara me preguntó: - Daniel, ¡¿Qué sucede?!

-No lo sé, Sara, no lo sé; le contesté mientras salía por la ventana de mi lado que estaba rota para después dejar el libro en el suelo. Hecho esto, con la ayuda del chófer pude sacar al señor Pérez que se se había quedado inconsciente del automóvil, entonces vimos como unos ciudadanos palestinos respondían con piedras al ataque en el que unos tanques israelíes habían derribado un edificio. Cuando dirigí mi mirada al edificio pude vislumbrar entre las ruinas a lo que parecía ser un padre de familia palestino que gritaba en silencio mientras sostenía a su esposa e hija muertas.

Me agaché y cogí de nuevo el libro, entonces Sara pudo ver a través de mi y de mis recuerdos más recientes lo que estaba sucediendo, en aquel momento me dijo: -Entrégame a ese hombre que está llorando a su familia perdida y dile que escriba en cualquiera de mis páginas aquello que más desea.

-Pero Sara; le contesté yo; por muy loable que me parezca tu intención, si haces eso, jamás podrás ser liberada de tu encierro, quedarás atada a este maldito libro por toda la eternidad y lo sabes...

-Y no me importa si con ello puedo mejorar aunque sólo sea una vida; añadió ella.

Así que hice lo que ella me dijo y ante la sorpresa del señor Pérez que abría los ojos en ese preciso instante le entregué el libro a aquel palestino y les expliqué los deseos de Sara, lo cierto es que el pobre hombre no entendía lo que le estaba diciendo, pero decidió hacerme caso por lo que sacó el estuche de la mochila que su hija aún llevaba en la espalda y con el primer rotulador que cogió, el cual casualmente era de color verde, escribió algo en arabe, tras esto tanto su mujer como su hija como si de un dulce sueño se tratara volvieron de nuevo a la vida.

Pero ese no fue él único hecho sorprendente que sucedió allí, pues cuando aquel padre que tras besar el libro como si se tratase de un ser querido me lo devolvió para poder abrazar a su familia que ahora estaba sana y salva gracias a este milagro, ocurrió algo igual de increíble, pues de la parte del libro de Sara que se apoyaría en el estante si estuviera en una estantería salió un rayo verde tan grande como mi cabeza y que llegaba hasta unos tres metros de altura. Y mientras el rayo se iba de alguna forma desintegrando, el libro del que había salido, iba a su vez en su otro extremo formando la imagen de una niña de unos doce años de edad que no era otra que aquella que aparecía en mis visiones, aquella que yo conocía, aquella que fue mi mejor amiga, aquella que fue la hermana del señor Pérez.


Daniel Gorostiza Limón.


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