jueves, 16 de enero de 2025

El libro de Sara (2ª parte)

Os dejo aquí un fragmento de mi nuevo libro Mundos, en concreto parte del segundo capitulo del segundo relato de la parte de Mundos Fantásticos.


El libro de Sara.


Capítulo II: Daniel Jackson (1ª parte.)


Mi vida siempre ha sido especial, al menos desde que tengo uso de razón, crecí sin padre, pues este murió al poco de yo nacer en un accidente de tráfico, así que mi madre y yo éramos los únicos miembros de una humilde familia afroamericana del Bronx.

Pero bueno, lo cierto es que no debo mi especialidad a nada de eso, sino que esta siempre se ha debido más bien a mi don, un don que no es el de la adivinación, puesto que no soy capaz de saber aquello que desconozco, sino que es el de, por decirlo así, la presunción, ya que intuyo, presiento o percibo cosas o intenciones. Aunque lo cierto es que mi madre dice que lo único que pasa es que soy perspicaz, por lo que pondré un ejemplo de algo que sucedió cuando yo tenía apenas diez años. Era martes y como todos los martes a las cuatro de la tarde mi madre iba a hacer la compra a la tienda de la esquina, pero por alguna razón que yo no sabría explicar bien, yo sabía que ella no debía ir aquel día. Así que usé toda mi artillería infantil para lograrlo y aunque aquello me valió un castigo al final lo conseguí. En cualquier caso lo cierto es que esa misma noche ambos nos quedamos pasmados cuando nos enteramos que aquella tarde a las cuatro un grupo de supremacistas blancos habían atacado el local del señor Ramírez y habían asesinado sin piedad a toda persona que no era del color que ellos consideraban el adecuado para vivir en Nueva York, que como podéis imaginar era tan sólo el suyo.

Y bueno si tenéis curiosidad, sí, mi madre me levantó el castigo, aunque eso en aquel momento careciera ya de importancia.

Pero bueno, lo cierto es que pese a este don especial que yo tenía, nunca pensé que me sucedería lo que me sucedió aquel marzo del 86 cuando tenía quince años recién cumplidos. Y lo que me sucedió es que al salir del instituto pasé justo frente a la tienda de antigüedades que había en mi calle y sentí la necesidad de entrar, por lo que no lo dudé y entré en el interior de la tienda y una vez dentro, el señor Chang, me saludó y me dijo: -Pero si es el joven Jackson, escúchame Daniel, siento que no te agradecí lo suficiente cuando me dijistes que tenía que ir al médico de inmediato, ya que yo nunca me pude imaginar que esas molestias que tenía eran una apendicitis.

-No hace falta que me lo agradezca, señor Chang, usted es un buen hombre y yo lo hice encantado...

-Lo que quiero decirte es que en pago a tu, digámoslo así, buen consejo, te regalaré cualquier cosa que veas y te guste; afirmó él, que luego añadió irónico; espero que no escojas una joya.

Lo cierto es que allí había muchas cosas bonitas, muchos pequeños tesoros en aquella tienda, pero como dirigido por un poder superior me fui directo a donde se encontraban los libros antiguos y señalé uno de pasta marrón clara y le dije: -Quiero esto.

-Mmm; murmuró el señor Chang; has escogido un artículo curioso, me llegó la semana pasada desde Japón.

Lo cogió y mientras me lo enseñaba añadió: -Se trata, como puedes ver de un libro con las páginas en blanco, pero al examinar detenidamente las hojas pude determinar que se trataba de un libro que fue hecho aproximadamente a finales de los años 30 o a principios de los 40 de este siglo, en cuanto a la procedencia yo diría que su origen es Centroeuropa, en cuanto al país en concreto, no puedo decirte el país con total seguridad pero me atrevería a apostar de que se trata de Alemania o más probablemente Polonia.

Cogió una bolsa de papel lo metió dentro y me lo entregó para acabar diciendo: -Y ahora no te entretengas más que tu madre debe estar esperándote.

No pude aguantar hasta llegar a casa para examinarlo, y cuando lo hice me quedé totalmente estupefacto pues mi mente se llenó de escalofriantes imágenes de un campo de concentración, de nazis, de prisioneros, pero sobre todas ellas había una imagen que se repetía una y otra vez, una niña rubia de unos doce años quizás, y un nombre que se me venía a la mente sin parar, Sara Pérez. Pero la cosa no se quedó ahí puesto que en el camino a mi casa el libro me habló y me dijo: -¡Por fin encuentro a alguien que es capaz de escuchar lo que pienso! ¡No sabes lo que alegro de haberte encontrado Daniel Jackson!..

A lo que yo no pude más que decir: -Pero, ¡¿Qué demonios?!

A lo que ella me contestó: -No hables en voz alta cuando te encuentras sólo o la gente pensará que estás loco, además de que no es necesario puesto que yo también soy capaz de ver lo que tu mente piensa.

Pasaron los días, las semanas y los meses, y el niño solitario que yo era encontró por fin un verdadera amiga con la que compartir inquietudes, anécdotas e intereses. A cambio Sara me contó con detalle su vida antes del campo, después de este y también durante el mismo.

Me contó como el doctor Smitch huyó del campo de concentración con el libro el día de la liberación de este, pero que no escapó muy lejos puesto que fue alcanzado en la cabeza por una bala aliada y cayó muerto en el acto, escurriéndosele el libro de la mano que se deslizó colina abajo, llendo a parar al hueco de un árbol, donde se conservó en perfecto estado durante diez años hasta que un chatarrero ruso lo encontró llevándolo consigo a su país natal, y así de esa manera me fue narrando todas y cada una de las peripecias que la llevaron a Japón y de ahí a Norteamérica.


Daniel Gorostiza Limón.


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