sábado, 11 de enero de 2025

El libro de Sara (1ª parte)

Os dejo aquí un fragmento de mi nuevo libro Mundos, en concreto el primer capitulo del segundo relato de la parte de Mundos Fantásticos.


El libro de Sara.


Capítulo I: Solomon Pérez.


Nunca me ha gustado recordar los años oscuros que es como yo llamo a la época en que cumplí quince años, por aquel entonces Polonia, mi país natal, había sido recientemente invadido por las hordas nazis, y yo junto a mi dulce hermanita fui enviado al tristemente famoso campo de concentración de Auschwitz, lugar al cual nuestros padres no pudieron acompañarnos ya que murieron heroicamente en su fallido intento de salvarnos.

Poco o nada narraré de los horrores allí padecidos, pues ya hay cientos de historias sobre lo allí acontecido que narran el sufrimiento que padecimos los que allí estuvimos mejor de lo que yo podría hacerlo, por lo que aunque creo que todo punto de vista es valido, incluido el mío, no creo que pudiera expresar lo que para mi fue eso, o de alguna manera aportar más de lo ya sabido y conocido.

De  hecho de todas las infamias que padecí allí tan solo hay un hecho que incluso a día de hoy 21 de diciembre de 1989, me estremece y es lo que le sucedió a mi querida hermana, Sara.

Pero antes de relatarlo he de mencionar para aquel que no lo sepa que los nazis tenían una extraña fascinación por el mundo de lo oculto, por el mundo de lo paranormal, y llevado por esa fascinación el doctor Herbert Von Smitch escogió a algunos de entre los que tristemente éramos habitantes de aquel campo. Siete en total, los cuales incluían al rabino Stein, a un republicano español al que todos llamaban el granadino por pertenecer a esa ciudad andaluza, a mi querida hermana que por aquel entonces tenía tres años menos que yo, es decir doce, a Zoraida una joven gitana de preciosos ojos verdes y aún más hermoso corazón, la dulce Katherine, su brillante hermana mayor Hannah y hasta a un soldado alemán, un joven apodado Ludwig por su pasión por el músico romántico también alemán Beethoven, Ludwig fue probablemente el único nazi con corazón que jamás conocí. Estos siete individuos, estas siete buenas almas que acabo de citar a grandes rasgos puesto que mi ahora no demasiado buena memoria no me permite recordar mucho más, fueron sometidos a las más barbáricas torturas con el objetivo de encontrar la más mínima sombra en sus corazones. Sombra que por supuesto encontraron en el corazón de seis de ellos, lo cual no podía ser más lógico pues eran seres humanos y como tales tenían sus defectos, pero eso no les hacía ni por asomo merecedores del castigo que por ello recibieron, que no fue otro que la muerte. Pero, ¿Qué podría decir yo para darle sentido a esa insana y degradante barbarie? Pues que a diferencia de sus torturadores que simplemente eran monstruos que no tenían corazón alguno, estos seis individuos eran humanos y no ángeles, y aunque la bondad sin duda que era algo que rebosaba en sus almas, el mal, aunque en una muy pequeña medida, también se encontraba en sus corazones, como también se halla en el de cualquiera de nosotros. Pero por mucho que lo intentaron fueron incapaces de hallarlo en el corazón de un alma tan pura como el de mi hermana, a la que yo solía llamar en nuestros felices años de la infancia la rabina Pérez por su erudición y bondad.

No sé si me gustaría saber lo que le hicieron, lo único que sé es que cuando como uno de los pocos supervivientes de aquel campo de concentración fui rescatado al ser liberado por los aliados, busqué desesperadamente su cuerpo, y la encontré casi intacta, es decir su cuerpo estaba incorrupto, pero por alguna razón que nunca seré capaz de entender no tenía ni un ápice de piel. Lo cierto es que de ese escalofriante hallazgo solo he podido aclarar este hecho, su piel fue usada para hacer con ella las tapas de un libro con las páginas en blanco. Pero no he sido capaz de saber nada más, ni de hallar el libro para enterrarlo aquí en la que ha sido mi ciudad desde que acabó la guerra, Tel Aviv. Allí en el cementerio donde descansan tanto nuestros padres como ella, mi querida hermana perdida.

Aún así puesto que mientras halla vida habrá esperanza, no pierdo la mía por encontrar el siniestro libro, por el cual he ofrecido una recompensa de medio millón de dólares americanos, Pues creo que alguien tan bueno como mi Sara, ese ángel rubio de ojos marrones, merece descansar finalmente en paz, sin importar cual sea el precio que yo tenga que pagar por ello.


Daniel Gorostiza Limón.


(E-book pincha aquí / E-book click here)


(Libro impreso pincha aquí / Printed book click here)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Creo en la libertad de expresión, pero también en la buena educación, si tu mensaje no se atiene a estos dos principios, será eliminado. Gracias.