Me dispongo a compartir aquí otro nuevo pequeño fragmento de mi libro La voz anónima, un relato perteneciente precisamente a la sección de relatos breves de esta obra titulada En las cocinas del imperio, espero que disfruteis de su lectura y que os haga reflexionar o mejor aún sentir.
Capítulo IX: Rojo pasión. (4ª parte.)
-Bueno y que me dices de un español que vive en Londres y que aunque no es judío tiene antepasados judíos por vía materna, ¿Es eso común aquí o no?
-Eso es cada vez más común por estas tierras, no solo por Londres sino por toda la isla, fijate por ejemplo en Edimburgo que tiene una población de casi cuatrocientos sesenta mil habitantes, somos ya unos veinte mil españoles; afirmé yo para después añadir: -Pero continúa con tu historia, que para variar te he interrumpido perdiéndome de nuevo en los detalles.
Llegamos al hospital y nos pidieron que esperasemos en la sala de espera, aunque debieron haberlo llamado el salón de la eternidad, porque el tiempo allí parecía correr con una lentitud exasperante. Al fin salió la doctora, cuya piel era negra como una noche sin luna, que nos habló de esta manera: -Ha sido una operación bastante delicada porque uno de los fragmentos se le había clavado en el pulmón derecho, pero afortunadamente hemos podido extraérselo así como el resto de los pedazos. No obstante la recuperación será lenta, puede tardar unos veinte días o quizás más, yo personalmente les recomendaría que pasase ese tiempo aquí en el hospital.
-Sí, sí, por supuesto; le contestó mi padre.
-¿Podemos verlo?; quiso saber mi madre.
-Sí; pero solo un momento pues ahora está descansando, le contestó la doctora.
Pasaron veintidos días y mi hermano acabó recuperándose totalmente y con el tiempo aquel accidente se convirtió tan solo en un mal recuerdo, pero lo que yo no olvidé y nunca olvidaré es a ese ángel de piel de color oscuro que le salvó la vida a mi hermano y ese recuerdo me hizo desear poder algun día hacer lo mismo, poder salvar vidas. Lo cual me llevó a estudiar medicina, lo cual sé que me llevará un día no muy lejano lejos de mi barrio.
El tiempo fue pasando y nuestra amistad se fue profundizando y entonces llegó el viernes dieciocho de mayo de aquel dos mil doce, día en que me avisaron desde la segunda agencia que había contratado, ya que la primera no me había dado muy buen resultado durante esos tres meses, para decirme que ya tenía trabajo, que de hecho ese mismo lunes tenía que estar en el Peacepool Court Hotel de la localidad galesa de Saint David`s.
Daniel Gorostiza Limón.
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