Aquí os dejo el tercero de los relatos que
conforman SUEÑOS que es a su vez una de las tres partes de mi libro NIGRONÍRICA: SUEÑOS Y SOMBRAS:
III Una triste pero no trágica despedida
Besó su mano inclinando la cabeza a modo de pequeña reverencia, tras esto se colocó el sombrero y se disculpó pues el carruaje le esperaba y debía partir hacia el puerto hispalense pues un largo viaje a las Américas le aguardaba.
No miró atrás hasta que no se hubo montado en el carruaje, entonces vio como ella seguía inmóvil con su melena pelirroja al viento y con sus verdes ojos con el brillo que a veces nos da la tristeza. Pero tan solo fue capaz de contemplar a ese pecoso ángel unos instantes pues el dolor de una herida en su
ánimo le impidió seguir mirando a esa belleza veinteañera. Fidel miró entonces hacia el frente, fiel a sus principios decidió dejar atrás a Claudia, el amor de su vida y dirigirse al barco que lo llevaría a Cuba, a un matrimonio concertado, a la salvación de su familia en quiebra por el peso de un título que ya no daba sus réditos, sino tan solo un apellido prestigioso y muchas deudas.
Trataba de dejar atrás los besos, las caricias, la suave y tersa piel de Claudia, pero era incapaz. Tan solo deseaba volver a cogerle la mano y huir junto a ella. Deseaba poner la cabeza en su regazo, el único lugar seguro que había conocido nunca, pero a falta de su padre, él tenía el deber de ocuparse de su madre y sus hermanas. Debía asegurarle una vejez confortable a su madre y un sustento a sus hermanas hasta que tuvieran edad de casarse. Todo eso que pugnaba en su cabeza mientras se aproximaba a la ribera del Guadalquivir estalló y cuando bajo del carro,
pagó al cochero, cogió sus maletas y se acercó al puerto, pero en vez de subir en la embarcación que lo llevaría a la Habana, hizo un ademán de tirarse al río, y lo habría hecho. Lo habría hecho de no ser porque una mano que le agarró con fuerza haciéndole caer hasta el lado contrario al que pretendía haberse lanzado. Haciéndole caer sobre tierra firme y no sobre el curso del río en el que pretendía hundirse para escapar de aquello que lo asfixiaba, que lo ahogaba. Miró sorprendido y vio a Claudia que le dijo: -Espero algún día poder soportar el dolor que me produce que se marche de mi lado, pero no creo que pudiera resistir el tormento que me causaría su abandono de este mundo.
-Pero, ¿Cómo…; quiso saber él.
-Le conozco tanto como le amo; le respondió Claudia; y ahora suba a ese barco o quédese, pero no se deje vencer por la cobardía.
Tras esto él se quedó mudo e inmóvil, rompiendo esa rigidez tan solo para coger a Claudia de la mano, entonces ella le besó en la mejilla primero y después en los labios y le dijo: -Encontraremos la forma de salir adelante. Todos.
Daniel Gorostiza Limón
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