Os dejo aquí un fragmento de mi nuevo libro Mundos, en concreto el segundo capitulo del tercer relato de la parte de Mundos Fantásticos.
III La katana de Michiko Miyazaki.
Capítulo III:Ronin.
Pasaron los años y mientras la vejez llenaba de canas y sabiduría al ya anciano Toshio Miyazaki, el nombre de su adorada pero perdida hija Michiko Miyazaki, de la cual sólo le quedaban los recuerdos de los momentos compartidos con ella, y por supuesto las fabulosas historias de sus aventuras succedidas aquí y allá, que le llegaban desde todos los confines del Japón, se hacía cada día más y más legandario, llegando a esas alturas a superar a las de él, su propio padre.
No hubo acabado de hablar cuando los seis maleantes huyeron despavoridos, entonces después de sonreir al verlos marcharse con el rabo entre las piernas. se acercó al anciano para ayudarle a levantarse del suelo, pero cuando estuvo cara a cara con este no pudo más que exclamar: -¡¿Padre?!
-¿Eres tú Michiko?, ¡Ojalá mis ojos desprovistos de la vista por los años y la enfermedad pudieran ver la gran mujer en la que te has convertido!; dijo él levantándose del suelo por si sólo, para luego añadir: -He sabido de tus andanzas por todo el Japón, y he de decir que tus multiples hazañas me han llenado de orgullo, pero sobretodo han llenado de honor el buen nombre de los Miyazaki, el cual gracias a ti brilla como nunca había brillado antes, mucho más allá de lo que yo o ninguno de nuestros antepasados fue nunca cápaz...
-Me halaga con sus palabras, padre, pero creo que no es para tanto, es decir que no debería creer todo lo que la gente cuenta sobre mi.
Toshio le sonrió y le habló de esta manera:- Lo cierto es que en verdad ansiaba poder disfrutar de tu compañía, sobre todo ahora que la enfermedad me acecha...
El rostro de Michiko Miyazaki se nubló de tristeza para después contestarle: -Padre, yo también deseaba verlo, esa es de hecho la razón por la que he vuelto ahora, y sé que no tengo excusa para el hecho de no haber venido antes, pero lo cierto es que el tiempo ha volado más rápido de lo que yo desearía y no ha sido hasta ahora que he sabido lo de su enfermedad que finalmente me he decidido a volver a casa, lo cual soy consciente de que es totalmente imperdonable...
-Tonterías, lo único que verdaderamente me importa es que ahora estás aquí; le interrumpió su padre a la vez le tocaba el rostro con las manos para luego cogiéndose de su brazo añadir: -Pero ahora acompáñame a casa y mientras lo haces cuéntame lo que has estado haciendo todo este tiempo, porque me preocupa mucho que hallas desenfundado a la ligera la katana que nuestra familia custodia desde de los orígenes del Japón, pues como ya sabes cada vez que esta es sacada de su vaina el precio a pagar por su portador es bastante alto.
-Entonces a mi me alegra el poder quitarle esa preocupación, pues tan sólo una vez desenfundé la katana y lo hice tan solo para hacer una reproducción exacta de la misma, pues no necesito una katana que me haga invencible para derrotar a mi oponente, tan sólo mi propia pericia con ella y cuando es necesario, pero sólo cuando es necesario, infundo en mi adversario la creencia de que soy invencible, aunque realmente no lo sea. Pues como usted me dijo una vez la victoria se encuentra en parte en hacernos creer que podemos ganar a la vez que le hacemos creer a nuestro rival que su derrota es inevitable, para una vez hecho esto no parar hasta que esta finalmente sea una realidad.
-No sabía que yo decía cosas tan sabías, esas son palabras más propias de un monje o un filósofo que de un simple samurai; bromeó Toshio mientras comenzaban a caminar; aunque sin duda reconozco que estoy de acuerdo conmigo mismo.
Me complace saber que no ha perdido el sentido del humor; afirmó ella.
-Hay algo que tampoco he perdido y es la curiosidad, la cual me lleva a preguntarte si es cierto eso que dicen de que una vez derrotaste a una docena de tengu1.
-¡Una docena! ¡Menuda barbaridad!; exclamó Michiko bastante sorprendida por las palabras de su padre; no fueron doce ni por asomo, tan sólo fueron siete, además al séptimo no lo habría derrotado de no ser por la ayuda de otro tengu llamado Kabuto.
-Siempre pensé que los tengu eran criaturas malignas, unos yokai perversos; respondió su padre a la misma vez que hacía una señal para que abrieran las puertas del hogar de los Miyazaki.
-Pues lamento decirle que se equivoca, padre, pues en cualquier grupo ya sea este humano o divino, hay individuos dañinos y otros, la gran mayoría de ellos, que no lo son; sentenció ella que calló por unos segundos bastante sobrecogida de la emoción de ver que su hogar estaba practicamente como lo dejó cuando se marchó hacía ya tantos años, para luego añadir: -De hecho en algunos lugares de nuestro archipiélago son adorados como Dioses benévolos...
-Escondida en un lugar del que tan sólo yo conozco su existencia; le respondió ella.
-Bueno eso era lo único que necesitaba saber; le dijo Toshio, su padre; y ahora cenemos y pongámonos al día.
-Así lo haremos padre, en el par de semanas que pienso pasar en casa tendremos tiempo para todo eso; le contestó Michiko Miyazaki feliz de estar en el que aún consideraba su hogar, aunque sólo fuera por una breve temporada.
Daniel Gorostiza Limón.
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