Me dispongo a compartir aquí otro nuevo pequeño fragmento de mi libro La voz anónima, un relato perteneciente precisamente a la sección de relatos breves de esta obra titulada En las cocinas del imperio, espero que disfruteis de su lectura y que os haga reflexionar o mejor aún sentir.
Capítulo IX: Rojo pasión. (1ª parte.)
Escribo esta última historia de este libro, justo ahora que estoy recien montado en el avión que me traerá de vuelta a casa, en concreto a Sevilla, donde pasaré unos días en casa de mi amigo Miguel sarraceno, para después volver a Huelva, pero sobretodo a mi añorado Mazagón.
Vuelvo a mi país donde me espera un futuro incierto pues no sé con seguridad si los del hotel me renovaran finalmente o no, pues pese a que dicen estar contentos conmigo, eso no quiere decir que vayan a contratarme la próxima temporada, sino tan solo que les ha gustado mi trabajo esta, pero nada más.
Lo cierto es que lo único que realmente sé es que después de diez meses de vivir esta casi ininterrumpida experiencia en el Reino Unido, tengo necesidad de volver a mi hogar, para estar con los míos, comer comida española y disfrutar de un agradable clima soleado.
Eso y que quiero públicar un libro sea como sea, porque tengo suficiente material para ello, porque tengo un título que me da vueltas en la cabeza, el cual sería Nigronírica 1, y porqué sé que es lo que verdaderamente quiero hacer en este momento.
Ahora que el avión ha despegado me dispongo a relatar algo que comenzó tras el aterrizaje de otro avión, el día que llegué a Londres, o más concretamente cuando después de varias peripecias salí de la boca del metro de Golders Green y llegué a lo que sería mi calle durante unos tres meses.
Justo en una de las esquinas de esa calle había un Starbucks café y fue allí donde me crucé con una chica joven sobriamente vestida y sin ningún maquillaje que ocultaba su cabello rojo bajo un pañuelo de color morado, siendo el resto de su ropa negra y de un corte que ocultaba cualquier forma que ella pudiera tener, y que sin embargo era bella como pocas había yo conocido en mi vida.
No sé exactamente porqué pero al verla se me escapó una sonrisa y lo más extraño es que ella me respondió a su vez con una sonrisa que brillaba cual luna en aquel por entonces oscuro firmamento.
Si hubiera yo creído en dividinidad alguna habría pensado que me había sido enviada para alegrarme aquel día bastante gris.
Ella cruzó a mi lado y justo entonces me giré y le dije: -Perdona pero, ¿Podrías...
Ella me interrumpió haciendo un gesto para que callara y otro para que la siguiera, cosa que hice sin pensármelo dos veces, cuando llegamos al callejón al que me había llevado, pensé que allí y entonces sería donde saldrían dos matones de entre las sombras y me quitarían todo lo que llevaba, incluso la ropa.
Pero afortunadamente para mi no fue así, simplemente me dijo: -Perdóname que te halla traido hasta aquí, pero en esta parte de Golders Green no es normal que los hombres y menos los gentiles 2 hablen a las mujeres como yo.
-No entiendo lo de las mujeres como tú; le comenté yo confundido; ¿Qué tipo de mujer eres tú?
-Judía ortodoxa.
-¡Ah vale!; murmuré yo, para luego añadir: -Te pido disculpas si te he incomodado, porque no era para nada mi intención.
Daniel Gorostiza Limón.
(Libro impreso pincha aquí / Printed book click here)
Aquí podeis obtener el libro en formato E - book
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Creo en la libertad de expresión, pero también en la buena educación, si tu mensaje no se atiene a estos dos principios, será eliminado. Gracias.