martes, 11 de junio de 2019

Joyas literarias X

A continuación incluyo un tercer fragmento de La Odisea de Homero donde se narra el encuentro del Cíclope con Odiseo (Ulises para los romanos), el cual es uno de mis primeros héroes de ficción y aún uno de mis héroes favoritos, pues su gran virtud no era una gran fuerza, valor o coraje, sino su astucia, su inteligencia: 

"Cuando el cíclope hubo llenado su enorme vientre de carne humana y leche no mezclada, se tumbó dentro de la cueva, tendiéndose entre los rebaños. Entonces yo tomé la decisión en mi magnánimo corazón de acercarme a él, sacar la aguda espada que colgaba en mi muslo y atravesarle el pecho por donde el diafragma contiene el hígado y la tenté con mi mano. Pero me contuvo otra decisión, pues allí hubiéramos perecido también nosotros con muerte cruel: no habríamos sido capaces de retirar de la elevada entrada la piedra que había colocado. Así que llorando esperamos a Eos divina.
Y cuando se mostró Eos, la que nace de la mañana, la de dedos de rosa, el cíclope se puso a encender fuego y a ordeñar sus bien alimentados rebaños, todo como debe hacerse, y bajo cada oveja colocó un corderito. Luego que hubo realizado sus trabajos, agarró a dos de los míos  a la vez y se los preparó como desayuno. Y cuando hubo desayunado, condujo fuera de la cueva a sus gordos rebaños retirando con facilidad la gran piedra de la entrada y la volvió a poner como si colocara la tapa a una aljaba. Mientras el cíclope encaminaba con gran estrépito sus rebaños hacia el monte, yo me quedé meditando males en lo profundo de mi pecho:- ¡Si pudiera vengarme y Atenea me concediera lo que le suplico...!
Y esta fue la decisión que me pareció mejor. Junto al establo yacía el enorme garrote del cíclope, verde, de olivo; lo había cortado para llevarlo cuando estuviera seco. Al mirarlo, lo comparábamos con el mástil de una negra nave de veinte bancos de remeros, de una amplia nave de transporte, de las que recorren el negro abismo: así era su longitud, así era su anchura al mirarlo. Me acerqué y corté de él una estaca como una braza, la coloqué junto a mis compañeros y les ordené que la afilaran. Estos la alisaron y luego me acerqué yo, le agucé el extremo y después la puse al fuego para endurecerla. La oculté bien, cubriéndola bajo el estiércol que estaba extendido en abundancia por la cueva. Después ordené que sortearan quién se atrevería a levantar la estaca conmigo y a retorcerla en el ojo del cíclope cuando le llegara el dulce sueño. Eligieron entre ellos a cuatro, a los que yo mismo habría deseado escoger y yo me conté entre ellos como quinto. Llegó el cíclope por la tarde, conduciendo sus ganados de hermosos vellones e introdujo en la amplia cueva a sus gordos rebaños, a todos, y no dejó nada fuera del profundo establo, ya porque sospechara algo o porque un dios así se lo aconsejó. Después colocó la gran piedra que hacía de puerta, levantándola muy alta, y se sentó a ordeñar las ovejas y las baladoras cabras, todas por orden, y bajo cada una colocó a su hijito. Luego que hubo realizado sus trabajos agarró a dos compañeros a la vez y se los preparó como cena. Entonces me acerqué y le dije al cíclope sosteniendo entre mis manos una copa de negro vino: -Aquí, cíclope! Bebe vino después de comer carne humana, para que veas qué bebida escondía nuestra nave. Te lo he traído como libación, por si te compadecieras de mí y me enviaras a casa, pues estás enfurecido de forma ya intolerable. ¡Cruel!, ¿Cómo va a llegarse a ti en adelante ninguno de los numerosos hombres? Pues no has obrado como corresponde."
(Continuará...)

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