
"Aquellas maravillosas narraciones me inspiraron extraños sentimientos.
¿De verdad era el hombre a un tiempo tan poderoso, tan virtuoso, tan magnánimo y, sin embargo, tan vicioso y ruin? En ocasiones se mostraba como un vástago del mal, y otras veces como poseedor de todo lo que puede concebirse de noble y divino. Ser un hombre grande y virtuoso parecía el honor más alto que pudiera recaer en un ser sensible; ser ruin y vicioso, como ha quedado escrito que fueron tantos hombres, parecía la degradación más ínfima, una condición más abyecta que la de los topos ciegos o los gusanos inmundos. Durante mucho tiempo no pude comprender cómo podía atreverse un hombre a matar a un semejante, ni siquiera por qué eran necesarias las leyes o los gobiernos; pero cuando conocí los detalles de las maldades y los crímenes, ya nada me maravilló, y desprecié todo aquello con asco y repugnancia.
Las conversaciones de los granjeros me descubrían ahora nuevas maravillas. Mientras escuchaba atentamente las lecciones con las que Felix enseñaba a la árabe, fui aprendiendo el extraño sistema de la sociedad humana.
Entonces supe del reparto de las riquezas, de las inmensas fortunas y de la extrema pobreza, de las familias, de los linajes y la nobleza de sangre.
Las palabras me inducían a pensar sobre mí mismo. Aprendí que las posesiones más apreciadas por vuestros semejantes eran un linaje elevado e inmaculado, unido a las riquezas. Un hombre podría ganarse el respeto solo con una de esas dos cosas; pero si no contaba al menos con una de ellas, excepto en casos muy raros, se le consideraba un vagabundo y un esclavo, destinado a emplear su vida en provecho de unos pocos escogidos. ¿Y qué era yo? De mi creación y de mi creador yo no sabía absolutamente nada; pero sabía que no tenía ni dinero, ni amigos, ni nada en propiedad. Además, se me había dado una figura espantosamente deforme y repulsiva; ni siquiera tenía la misma naturaleza que el hombre. Yo era más ágil, y podía subsistir con una dieta bastante más escasa; soportaba mejor los calores y los fríos extremados sin que mi cuerpo sufriera tantos daños; y mi estatura era muy superior a la suya. Cuando miraba a mi alrededor, no veía ni oía que hubiera nadie como yo. ¿Era entonces un monstruo, un error sobre la Tierra, un ser del que todos los hombres huían y a quien todos los hombres rechazaban?
[...]

¡Miserable, infeliz desgraciado…!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Creo en la libertad de expresión, pero también en la buena educación, si tu mensaje no se atiene a estos dos principios, será eliminado. Gracias.