miércoles, 11 de noviembre de 2015

Un memento más para Logomaquia...

Allá por el 2008 se publicó o mejor dicho se autopublicóLogomaquia, un libro con dos poemarios, uno  PUTAS LUCES DE NAVIDAD, diestramente escrito por Manolo Moro, y el otro que era LUZ ENTRE LAS TINIEBLAS, y que fue escrito por mi, Daniel Gorostiza Limón.
Pero no derrocharé más mi tinta ni mi saliva, pues ahora es tiempo de que mi poesía se abra paso en la oscuridad cotidiana, para traer un poco de luz entre las tinieblas, así pues os dejo con el octavo poema de  Logomaquia, el octavo poema de LUZ ENTRE LAS TINIEBLAS:





VIII Femenino singular.
¡Oh bellas musas, Diosas que las artes inspiráis!
Clío, Thalía, Érato, Euterpe, Polymnia,
Calíope, Terpsícore, Urania, Melpómene,
inspiradme lucidez y melodiosas palabras,
para que pueda cantar sus grandezas.

De entre todos los seres, que este mundo de magia y horror pueblan,
son las almas femeninas las más sublimes,
sirenas, hadas, banshees, ánimas que desgracia traen,
ninfas, brujas, y hechiceras que al cruel amor nos desbocan.

Pero de entre todas ellas hay una, una sola que a mí me ciega,
Ella. La perfección absoluta,
Ella. Con su cuerpo de chocolate fundido,
la de pelo y ojos como la oscuridad de mi alma, mi lado mas bello.

El lado del que los robaalmas de sotana,
veinte siglos ha, nos han querido despojar,
quitándonos todo lo que humanos nos hace, la pasión,
esa arrebatadora pasión que tú en mi haces renacer,
cada vez que contemplo tu cuerpo tostado por el sol.

Porque tú eres Ella. Con el más bello rostro jamás imaginado,
con una voz que anula el mas harmónico canto de sirenas,
y un cuerpo mas digno de la mas divina de las Afroditas,
más todo ello, no es más que un vano reflejo de tu mayor belleza,
la que oculta en la profundidad de tu anhelado ser, reside.

Esas son las razones que tengo para desearte, dulce chocolate,
las razones que te convierten en Ella, la que en su interior contiene,
un licor que ebrio me deja,
Ella. La que desde ahora ocupa mis días.

Y si es cierto, que no hay nada tan eterno y tan efímero,
como aquel sentimiento que algunos llaman, amor,
amor que tus efluvios en mí no dejan de despertar,
cierto es también, que si este deja de reinar,
tu recuerdo en mi piel y hasta en mis fríos huesos, perdurará.

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