Pero no gastaré más tinta ni saliva, pues el instante correcto es para dejar hablar a mi poesía, que hará lo posible para traer algo de luz entre las tinieblas diarias, así pues os dejo con el séptimo poema de Logomaquia, el séptimo poema de LUZ ENTRE LAS TINIEBLAS:
VII BELLUM
(GUERRA.)
En la más
profunda cloaca,
en la
mazmorra de la desesperación,
en la
siniestra hendidura,
de la más
temible gruta,
allí vive el
más siniestro Dios.
El mas
terrible en sus acciones,
hijo
predilecto de la muerte,
amante de la
desesperación,
el que roba
seguidores,
a sus
hermanas vejez y enfermedad.
Caín
corrompido, profundo traidor,
nuestro fin
deseas con odio y rencor,
más no nos
aplastas, nunca has podido,
siempre lo
has deseado, mas aun, soñado
pero la mala
hierva que pisas brota y rebrota.
Fuiste
Agamenón en Troya y ardió,
pero Eneas de
ti escapó,
y la
grandiosamente eterna Roma fundó.
Tú último
gran sacerdote, Hitler se llamó,
y en medio
mundo buena la armó,
y el alma de
la gran madre Gea vapuleó.
Por Europa en
su carro cabalgó,
por dos
caballos tirado, Deimos y Fobos,
haciendo
honor a su maestro.
El odiado
Dios Ares, señor de la guerra,
pero ni
siquiera el sombrío Adolf, el último ha sido,
en conducir
esos terribles y apocalípticos caballos,
del detestado
Dios de la mayor injusticia,
que con el
hombre convive.
Deimos y
fobos, terror y miedo, terror y odio,
han cabalgado
en Bosnia, Serbia, Croacia…
…una y otra
vez durante este siglo,
asolando y
matando a Yugoslavia.
Nos acompañas
inmundo y apestoso Dios,
desde nuestro
origen, y ya cuando nacimos,
nos
acunaste, escupiste y marcaste.
Buscas la
hecatombe, el apocalipsis de esta raza,
más no
puedes ahogar en la inmundicia,
a quien de
inmundicia está hecho,
y nadar en
ella sabe.
Por eso con
castigarnos, y matar a los que no son malos,
a los que
siembran semillas, que nada que ver con el odio tienen
te contentas,
como caramelo que entretiene tu hambre.
Pericles,
Jesucristo, Gandhi, Mariana, Azaña, el Ché, Kennedy, Allende,
y otros mil
nombres mas de mujer y hombre,
que no logro
recordar, pero que igual que te aborrezco sé,
que no habrá
mas de dos mil sacrificados por creer en una idea.
Dos mil
personas a los que sus plantas quemaste,
o torciste, o
su semilla arrancaste, y después te tragaste,
y a tus dos
caballos cocear hasta la muerte mandaste,
y hasta de mi
un poema arrancaste, donde tus pérfidas hazañas glosase.
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