El libro de Sara.
Capítulo III: Sara Smith.
-Así es, Sara Smith murió de un ataque al corazón segundos antes de que yo entrara en su cuerpo, al parecer pese a que era joven le había llegado su hora, y de las múltiples personas que murieron en el momento de mi descenso se me dio a elegir entre unas cuantas y esta es la que yo decidí habitar debido al trabajo que desempeñaba; le dí un pequeño sorbo al vino y continué diciendo: -Pero realmente soy Sara Pérez en el cuerpo y con los recuerdos de Sara Smith.
-Pero tú fuiste un ángel durante un corto periodo de tiempo, ¿Conservas alguno de tus poderes angelicales?; quiso saber Daniel intrigado.
-Realmente no; le contesté yo; pero lo cierto es que tampoco los pedí porque no pensé que me los fueran a conceder.
-Bueno pues entonces me queda sólo una última pregunta, ¿Hay más como tú?; preguntó él curioso.
-No, como yo no, pero si hay más ángeles en la tierra y espíritus malignos; afirmé yo; desde los tiempos antiguos es conocido el caso de los guardianes, apenas mencionado en el Tanaj, la Biblia hebrea que se corresponde más o menos a el Antiguo Testamento cristiano, esos poderosos gigantes amigos de la humanidad de los que quedan ya tan sólo unos pocos y bueno hay otro, o más bien debería decir otra, que a diferencia de mi si conservó su poder pese a tomar apariencia humana cuyo nombre es Tikváel, pero nada más sobre ella me está permitido decirte.
Con el tiempo, lo que empezó con ese beso, o quizás antes cuando éramos tan sólo dos niños que se encontraron y descubrieron que no estaban solos en el mundo, se convirtió en noviazgo primero y después en matrimonio. Y a la vez que eso sucedía, ambos seguimos trabajando de una forma u otra en el bello oficio de ayudar a los demás, tratando de mejorar el mundo en el que vivíamos aunque fuera granito a granito.
Pero no acabó ahí la historia de Daniel Jackson y Sara Pérez o como me llamo ahora Sara Smith – Jackson, pues ambos fuimos bendecidos por un milagro mayor que cuando pude abandonar el libro y ascender o cuando descendí volviendo de nuevo a la vida mortal. Fuimos bendecidos con el mayor de los milagros que en esta Tierra se puede producir, con el milagro de traer nuevas vidas, nuestros gemelos Minerva y Hefesto.
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