El libro de Sara.
Capítulo III: Sara Smith.
Mi estancia en el cielo sin duda que fue más que grata, pero aún estando en aquel reino de la felicidad absoluta, yo no me sentía completamente feliz, puesto que no era cápaz de disfrutar de la felicidad sabiendo que en aquel “allí abajo” que había sido mi hogar la humanidad seguía sufriendo. Fue por eso que el padre celestial decidió enviarme de vuelta, además al parecer no era la primera vez que un ángel decidía bajar a la Tierra a vivir con los hombres, pues ahí estaba el caso de los gigantes de piedra de los tiempos anteriores al diluvio, y por supuesto el caso de aquel ángel llamado Tikváel1. Pero a diferencia de los casos anteriores de los cuales a mi no me corresponde hablar y menos aquí, a mi me dio otro aspecto diferente al que yo había tenido, me permitió mantener mi nombre mortal pero me cambio el apellido, haciéndome humana otra vez, permitiéndome recuperar en cierta manera esa vida que se me había robado en mi más tierna infancia.
Así, sin más en un instante me encontraba en toda la gloria celestial y al siguiente era Sara Smith, cooperante canadiense de una ONG, de unos veinticinco años, de cabello negro, ojos azules y nívea piel, y me encontraba en Somalia vacunando a niños en contra de diversas enfermedades.
En cuanto a la fecha en la que todo eso sucedió era el cuatro de agosto de 1996.
Una vez hube vacunado a todos los niños, entró en la consulta un apuesto doctor de piel negra del que no tuve que escuchar su acento neoyorquino para saber que era Daniel Jackson, pero lo realmente sorprendente de todo eso, fue que el me reconoció a mi con solo mirarme, pues al instante me dijo: -Sara, Sara Pérez, ¿Eres Sara Pérez? ¿Pero cómo puedes ser Sara Pérez?
-Creo que se equivoca usted, Doctor Jackson; le dije yo atónita, me llamo Sara pero mi apellido no es Pérez sino Smith.
Esa misma noche fui a verlo a su habitación donde estuvimos hablando largo y tendido, hasta que le aclaré todas sus dudas, a todo lo cual el me contestó prometiéndome que guardaría mi secreto, pero realmente no hacia falta que lo hiciera porque yo tenía la total seguridad de que lo haría.
Tras esto me miro y me preguntó a la vez que me llenaba la taza con lo poco que le quedaba de ese Rioja que habíamos descorchado hacía no mucho: -Déjame que lo entienda bien, entonces, ¿Eres Sara Pérez pero a la vez eres Sara Smith?
Daniel Gorostiza Limón.
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