Capítulo
VII: Licantropía sin pausa.
Spring
entró en la habitación donde su padre dormía profundamente, y sin
soltar la daga que llevaba en las manos, se acostó en la cama junto
a él. Una vez allí, tonteó un poco con su funda, también de
plata, que contenía talladas una extraña mezcla de palabras en
griego y latín con un significado que ella desconocía,
,
Argentum et Lupinus, Argentum .
Palabras que aparentaban ser un mágico encantamiento, que dicho por
las personas apropiadas se haría realidad.
No
tardó en quedarse dormida, el sueño le venció enseguida porque ya
tenía la batalla ganada, estaba muy cansada. Esas habían sido
demasiadas emociones para una niña de trece años. Pero no pudo
dormir mucho, pues alrededor de media hora después, sintió algo
húmedo que le frotaba el rostro. Entonces abrió los ojos y cuando
pudo observar de que se trataba, sacó la daga de su funda
exclamando: -¡Atrás!, huye sino quieres morir.
-Soy
yo, soy William; le dijo el lobo con tranquilidad; se que tu madre y
mi esposa han ido a por las dos lobas, creo que deberíamos ir a
ayudarlas.
-Está
bien; murmuró la inocentemente bella Spring; despertaré a mi padre
y nos iremos.
-¡No!;
le respondió tajantemente William; cuanta menos gente sepa de este
asunto mejor, no conviene que se conozca lo que aquí esta pasando,
pues la gente podría tener miedo, y el miedo es el peor enemigo de
la razón. Además lo más probable es que después de esta noche, no
nos volváis a ver, ni a mi esposa, ni a mí.
-De
acuerdo; le contestó la inocentemente hermosa Spring, a la vez que
se iba abrigando con una bata de su madre; ¿Cómo están sus
heridas?
-No
muy bien, pero al menos sobreviviré; le respondió William mientras
se marchaban.
Y
dejaron aquella habitación, donde Jerry permanecía profundamente
dormido, sin haberse enterado de nada, tranquilo, aparentando no
tener preocupación alguna. Como aquel que vive sin remordimientos
porque no se siente culpable de nada. Pero por desgracia no era así,
su sueño no era nada placido. El sentimiento de haber abandonado a
sus padres se le apareció en cada una de sus ensoñaciones,
transformándolas en una sucesión de imágenes de dolor y
sufrimiento desgarradoras. Nunca se le
había
pasado por la cabeza que sus padres se habían sentido así,
abandonados en el peor momento. Más eso nos sucede a veces, no nos
damos cuenta de cual es la realidad hasta que esta no nos golpea en
el rostro dejándonos sin sentido. Tirando
por tierra,
todo lo que hasta el momento era para nosotros tan seguro como que
estamos vivos. Ya que por desgracia así es este mundo en el que solo
de que estamos vivos podemos estar seguros, o quizás ni eso, pues
como diría el francés René Descartes, tan solo cuando pensamos
podemos tener la certeza de que estamos vivos.
Corrían
en aquel mismo momento Spring y William por los
senderos más ocultos de la isla
de Coll, que tanto de día como de noche mostraban su belleza a quien
la quisiera contemplar, aunque este no era precisamente el caso, y
mientras William corría, seguía el rastro que su esposa había
dejado. Pasada la medianoche, llegaron a una cueva, un habitáculo
esencial para unos lobos corrientes. Pero que nada más adentrarse en
él, uno podía observar que no era así, allí no habitaba ningún
lobo común, pues para que querrían unos vulgares lobos, objetos
tales como los que ahí podían contemplarse, que no eran otros que
butacas, mesas, velas, cerillas, y una cama de matrimonio que
encontraron en la parte más profunda y oscura de la gruta.
No
tardaron en percartarse de que acababán de recorrerse la cueva en su
totalidad, lo cual no era muy difícil, porque era pequeña aunque
sinuosa.
-No
puede ser, deberían estar aquí, al menos Agripina, pues he seguido
su rastro...
-Diría
que ese era el fin que habían estado buscando, engañarnos.
-Que
me está diciendo, pequeña, que esto es...
-Efectivamente
una trampa; le interrumpió una voz femenina de alguien que acababa
de entrar en la gruta.
Inmediatamente
dos sombras se les acercaron a gran velocidad, con intención de
abalanzarse sobre ellos.
-¡Alto!;
exclamó la voz firme pero dulce de la sublimemente increible Kate,
que se adentraba en la gruta junto con su cuadrúpeda compañera,
para luego comentar: -Nos habías
confundido
de tal forma que estábamos totalmente desorientadas. Hasta que el
gran hocico de la aquí presente, vuestra mortal enemiga, nos llevó
de nuevo tras vuestra pista, y como veo no hemos podido llegar más a
tiempo.
-Pero
no os creáis que ha sido simplemente un golpe de suerte, sino más
bien que no sois tan listas como os creéis; añadió Agripina.

-¡Basta
ya de charla!; dijo una de las lupinas que se lanzó contra Kate, con
tal fuerza que la tiró de espaldas, y que si esta no se hubiese
parado con las manos, la habría dejado sin sentido o quizás muerta.
Pero ese ágil movimiento, también tuvo una fatal consecuencia para
ella. La daga que llevaba en su diestra desde que la sacó Agripina
de aquel cajón de doble fondo, se había clavado en la tierra de tal
forma que no podía sacarla, cual espada mágica clavada en la roca.
Y este hecho, podía haber convertido en trágico aquel evento, sino
hubiera sido porque Spring cuando se percató de ello, le lanzó el
puñal que ella poseía. Pero lo hizo con tal desatino, que este cayó
a un cuarto de metro de su madre. Así que esta viendo próximo el
mordisco de la loba en el cuello, se balanceó bruscamente hasta
tirar al suelo al fiero animal. Pero este previendo algo así, se
había sujetado a las extremidades de la joven, con sus garras.
Entonces Kate, viéndose libre en uno de sus brazos, concretamente el
diestro, agarró fuertemente la daga en el suelo enterrada, y tiró
con vigor de ella tratando de sacarla. Y como si del rey Arturo y su
famosa espada se tratase, lo consiguió cuando parecía casi
imposible. Clavándosela con vehemencia en el pecho justo en el
momento en que su fiera enemiga recuperó el sentido, para después
seguir hacia abajo, y sacarla cuando dejó de sentir su aliento sobre
ella, cuando esa profunda respiración cesó ya de repente. Pero tal
era la fuerza de su atacante, que ni muerta podía librarse de ella.
Necesitando la ayuda de Spring y de William para liberarse de sus
otras tres extremidades. Después de hecho esto, sus miradas se
dirigieron hacía Agripina que tenía una encarnizada lucha con la
otra loba.
Al
ver los mordiscos y zarpazos que aquellos animales se daban, Kate se
dirigió a William y le comentó. -Su esposa se está jugando la vida
peleando con esa loba, quiere decirme, ¿Porqué no está haciendo
nada para ayudarla?
-Ya
me gustaría; afirmó William, para luego mientras se señalaba con
el hocico las heridas, continuar diciendo: -Pero la rápida carrera
que me trajo hasta aquí, me ha reabierto las heridas y no me veo en
condiciones de luchar ni por lo que más amo.
Agripina
fue arrinconando a la otra loba hasta dejarla sin posibilidad alguna
de escapar, yaciendo en el suelo, perdiendo la vida en cada
exhalación.
-¡Vamos
Kate, clávele la daga a esta loba antes de que sea tarde!; le gritó
Agripina.
-¡Pero
que dice si la lupina que me arañó está ya muerta!
-Eso
es imposible, porque la licántropa que le atacó la primera vez fue
esta. Con lo cual ha de matarla sino quiere temer cada noche durante
toda su vida a que aparezca la luna y que con su brillo le transforme
en una seguidora de Likaión, pues ese sería su fatal destino.
Kate
se acercó al animal muy lentamente, haciendo tan poco ruido como un
leve susurro, levantó en ese instante su brazo dispuesta a
apuñalarlo, pero cuando el filo de la hoja estaba ya acariciando los
pelos de la loba, paró en seco.
-No
puedo.
-¿Qué?;
dijo Spring; ¿Porqué?
-No
puedo matar a este animal así como así, por mucho mal que me haya
hecho, se que es una decisión que me hará sufrir mucho en el futuro
pero...
Y
paró de hablar cuando sintió que una presión sobre sus manos le
hizo apuñalar a la convaleciente fiera. Kate miró sus manos y vio
que estaban sujetas por otras más pequeñas, casi infantiles. Mas
sin poder creérselo todavía, recorrió con su mirada la distancia
que iba desde estas al rostro de su querida Spring. Esta cuando vio
que su madre la miraba a los ojos, le habló de esta manera: -Madre,
no sé que es eso que le pasó antes de que yo naciese, porque papá
y usted nunca hablán de ello, pero debió ser algo horrible, y no
quiero que vuelva a pasar por algo que le haga sentir así de mal,
como cuando le sucedió aquello de lo que nunca hablán.
Después
de esto Kate bajó la vista, pudiendo ver como el cuadrúpedo ser,
yacía en el suelo con un gran tajo en el lomo, que le había llevado
a su última morada.
En
aquel momento Kate, a la vez que le pasaba la mano por el hombro a su
hija Spring, le preguntó a la pareja de licántropos: -¿Se Van a
quedar aquí?
-A
mi poco tiempo me queda ya, mi aliento de vida se esfuma día tras
día, al igual que el viento se lleva las gotas de rocío que han
sido depositadas en las hojas de los árboles en la madrugada. Por
eso no quiero pasarme la existencia defendiendo algo que es mío
desde mi nacimiento, mi vida; le comentó Agripina.
-Es
cierto, por eso no nos quedaremos durante más tiempo aquí sino que
nos marcharemos aún no sabemos donde, de lo que si estamos seguros
es de que nuestro hogar no está ya entre los humanos.