martes, 21 de abril de 2015

Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy cercana...

Hoy voy a contar una historia que aquellos que de verdad me conocen habrán escuchado de mis labios más de una vez y que aquellos que no, conocerán por primera vez, es la historia de un niño de La Rábida (Palos de la fra.), un pequeño emplazamiento al sur de España.
En esta historia real, el niño acaba de cumplir 6 años pues es 22 de Noviembre de 1985, una época en la que solo había dos canales de televisión la primera y la dos, y al menos en esa casa andaluza el vídeo (VHS por supuesto) no había llegado todavía, aunque no tardaría en hacerlo en un hogar tan cinéfilo como el del pequeño Daniel.
Así que él se encuentra celebrando su cumpleaños ajeno a lo que le deparará el futuro más inmediato, y como suele pasar desde que tiene "uso de razón", de lo cual no hace tanto, una vez se han acabado los sandwiches cortados en triangulo, la tarta y los refrescos, si digo los refrescos en los ochenta los padres nos daban refrescos aunque solo en ocasiones especiales y nuestros niveles de azúcar no sufrieron ningún daño o al menos eso creo, los niños se refugian en el cuarto de Daniel para jugar a mil y una cosas, mientras los adultos se quedan en el salón a discutir de cosas de adultos, que por supuesto deben ser muy serias e importantes.
Después de un rato aparece Nuria, la madre de Daniel, con dos adultos más a los que es incapaz de recordar, esta aparición de su  madre no le coge de sorpresa ya que cree que es la respuesta al hecho de que ella no le hubiera hecho un regalo en su cumpleaños.
Y lo cierto es que no sé equivoca, puesto que los dos adultos traen algo que es como su cinexin pero mucho más grande, y aunque aun no sabe que eso se llama proyector de películas, sabe lo que es, como lo saben todos los niños del cuarto que callan su natural bullicio al ver entrar a los tres adultos con semejante armatoste.
Mientras los dos adultos "anónimos" lo colocan en la mesa de la habitación del pequeño onubense, su madre le pone la mano en el hombro para posteriormente decirle: -Daniel, espero que te guste el regalo de cumpleaños que te he traído este año.
Tras un rato trastejeando y algún que otro taco, los adultos consiguen que la maquina funcione y en una de las paredes del cuarto se proyecta El imperio contraataca, primera película de la que Daniel tiene recuerdo. Y así durante una hora el mundo exterior desaparece y los niños ni se mueven ni casi respiran, solo existe una cosa en ese momento y está en una galaxia muy, muy lejana.
Pasada la hora la película se para, todos lo niños miran hacia atrás como si se tratara de uno solo y los adultos que también se habían quedado embobados con la película se apresuran a cambiar el rollo de película. Pues en aquella época existía una cosa llamada celuloide que había que cambiar a mitad de la película para ver la siguiente parte, motivo por el cual algunos cines hacían un descanso para que los espectadores salieran un rato mientras se colocaba el siguiente rollo de película.
Tras esta operación los niños disfrutan de la segunda mitad de la película...
Hoy a sus 35 años de edad Daniel sabe y no sé cansa de decir que ese fue el mejor regalo de cumpleaños que le ha hecho nadie en su vida.
Hoy a sus 35 años de edad Daniel sabe y no sé cansa de decir que hay una escena a la que tiene especial cariño, y es aquella en la que tras haber fracasado Luke en su intento de sacar su nave del pantano usando la fuerza, el maestro jedi Yoda lo consigue sin problemas, sin duda que ese fue para aquel niño un momento realmente mágico. En aquel momento creyó que todo era posible si empleabas la energía adecuada.
 Cuatro años más tarde de haber descubierto la magia comenzó a escribir sus propias historias, entonces tenía 10 años ya, y no ha parado de escribir desde entonces, y aun sigue creyendo que todo es posible si pones en ello toda tu energía, aun sigue creyendo en la existencia de la magia. 
Ya no en aquella que te hace mover objetos con la mente pero si en esa que te hace vivir momentos especiales, como cuando te enamoras, cuando pasas buenos ratos con la gente a la que quieres ya sean amigos o familiares, ya sea conversando viendo una película o simplemente comiendo, cuando escribes una historia y te va apasionando como se va desarrollando tu argumento, etc...
Y todo eso comenzó un 22 de Noviembre de 1985, el día en que mi madre decidió hacerme ese regalo que guardo tan solo en mi memoria, fueron alrededor de dos horas de las que no conservo más que el recuerdo, pues tanto el proyector como la cinta eran prestadas por no sé bien quien, y sin embargo ningún objeto material que halla recibido después ha superado a ese regalo, el regalo de dos horas de magia y fantasía.
 Por lo que no puedo estar más que agradecido hacia mi madre pues el regalo de la ilusión es mejor que cualquier otra cosa que uno pueda atesorar y guardar en algún sitio de su casa... Gracias, gracias, gracias...

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