viernes, 29 de abril de 2022

Otro nuevo Fragmento de "La voz anónima"

Me dispongo a compartir aquí otro nuevo pequeño fragmento de mi libro La voz anónima, un relato perteneciente precisamente a la sección de relatos breves de esta obra titulada En las cocinas del imperio, espero que disfruteis de su lectura y que os haga reflexionar o mejor aún sentir.


Capítulo I: ¿Amigos o enemigos? (1ª parte.)


Aquí donde me encuentro en actualidad, en la pequeña localidad de Saint David`s, estoy disfrutando de mi primer día de descanso de esta semana, que como es habitual es un lunes, siendo el segundo y último mañana martes.

Y la verdad es que me lo merezco ya que esta ha sido una semana dura, con mucho trabajo durante muchas horas, pero bueno hoy he podido disfrutar de un buen día de descanso, en el cual he realizado mi curso de inglés por internet y por la tarde he aprovechado para leerme uno de los cómics de Batwing que me compré en Londres, el numero 4, en inglés of course 1.

Mañana aprovecharé para ir a ver la magnifica catedral del lugar y hacerle unas fotillos, pero esta noche tengo la necesidad de hacer una confesión, esta noche contaré a traves de estas líneas una historia que no había contado a nadie antes y que quizás no debiera contarla nunca, pero sin embargo lo haré, porque es algo tan insolito que necesito compartirlo con alguien, aunque ese alguien sea este pequeño cuaderno de anchos renglones y mi boligrafo negro.

Todo empezó exactamente hace cinco meses cuando llegué a Londres, la ciudad más grande de Gran Bretaña, justo lo lo opuesto de Saint David`s que es la más pequeña del país.

Tras varias peripecias llegué a la residencia donde pasaría los siguientes tres meses que se encuentra en Golders Green, que podríamos decir que es el barrio judío de la ciudad.

Cuando entré en la que sería mi habitación, pude comprobar
como habían convertido una habitación de dos en una de cuatro, con unas literas más propias de la posguerra civil española que del Londres del siglo XXI.

En cuanto a mis compañeros eran un italiano ruidoso y estrafalario llamado Francesco, el cual derrochaba simpatía al igual que carecía de respeto por lo ajeno, ya se tratara de personas o cosas, y Jerónimo, un santanderino bastante complejo que se hacía llamar Jonnhy y que tenía un talento musical tan solo superado por su aficción a dormir, y es que realmente le encantaba dormir.

La verdad es que Jonnhy y yo no tardamos demasiado en hacernos amigos, dos semanas quizás, lo cual es bastante raro en mi pues no soy yo de los que confia en el projimo con facilidad, pero quizás debido a que me encontraba solo en un país en el que no era cápaz de encontrar un empleo y progresaba menos de lo que esperaba  en el dominio de la lengua inglesa, sentía la necesidad de congeniar con alguien, y con quien mejor que con un artista, alguien con talento, que es como yo me veo a mi mismo en mis días más inspirados.

Pero fue en mi tercera semana en esa hermosa ciudad que a veces se me hacía enorme,   mientras la amistad entre Jonnhy y yo seguía acrecentándose, cuando hice un descubrimento que aunque para nada cambió la naturaleza de mi amistad con él, lo cierto es que me intrigó bastante.

Estaba sacando mis medicinas para mis dolencias estomacales desgraciadamente crónicas de donde las guardaba en el ropero, cuando una de las pastillas se me cayó a la parte del armario perteneciente a Jonnhy, así que revolví un poco su ropa hasta encontrarla, cuando lo hice la ingerí, disponiéndome a arreglar el pequeño desaguisado que allí había formado para que así quedase inadvertido lo que había sucedido, siendo entonces cuando encontré algo que no me esperaba encontrar, entre su ropa había algo envuelto en una tela vieja pero de muy fino tejido. Sé que probablemente lo más lógico hubiera sido dejarlo donde estaba, pues como se suele decir la curiosidad mató al gato, aunque también es cierto que eso no evitó que el gato fuera demasiado curioso, por lo que desenvolví cuidadosamente el objeto que se hallaba en su interior, y lo que encontré no fue otra cosa que un libro en arabe.


Daniel Gorostiza Limón.


 1 Por supuesto.


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