jueves, 23 de julio de 2015

Tres Mujeres en un mundo cambiante, Volumen I: Libro I: IV parte:

Capítulo II: El regreso de la señora de la noche.

Nunca pudo imaginar Penélope, las consecuencias que iba a tener sobre ella misma, ni sobre los demás su sed de venganza. Aquella sed venganza que le había llevado a Sicilia, donde había conocido a Xi Lang, un joven chino que había decido unírsele, por estar resentido con el mundo. Un mundo que le había quitado a su padre cuando apenas tenía diez años, un mundo que lo había hecho trabajar desde su más temprana infancia sin darle recompensa alguna, que le había despojado también de su madre y le había separado de sus tíos llevándoselos a América, un mundo al que culpaba por sentirse incapaz de cuidar de sus dos hermanos pequeños. Era contra aquel mundo contra el que Xi Lang quería descargar su rabia mal contenida, y por eso vio en la unión con Penélope sino la única la mejor forma de lograrlo. Penélope, aquella joven griega que quiso conjurar a Go, el Tifón, puesto que tenía una sola idea en su mente, invocar a Dagomón, para que él eliminase a sus más odiados seres, entre los que se encontraban, Kate y Jerry, a los que quería ver sufrir minuto a minuto, todos los instantes de sus largas vidas, sin dejar ni un solo momento de calma en las mismas. Pero ambos nunca imaginaron cuales iban a ser las consecuencias de aquel odio desmesurado que les corroía por dentro.
Pensaron dirigirse hacía Austria, pues allí conocía Xi Lang a una persona que podía ser la adecuada, alguien que creía que aceptaría ser el necesario tercer integrante del grupo para invocar a Dagomón. Y en su camino que recorrería Italia de sur a norte hasta llegar a Austria, decidieron pararse en Palermo a pasar la noche, pues estaba oscureciendo y no faltaba mucho aún para esa bonita y acogedora localidad.
Se encontraban a las afueras de la ciudad cuando sintieron la necesidad de detener su paso, una sensación de desasosiego les recorrió todo el cuerpo y empezaron a cavar como locos, pero sin saber el porqué. Después de haber estado cavando durante horas, primero con las manos hasta quedarse sin uñas, para luego seguir con diferentes herramientas como palos, e incluso un puñal, encontraron un cuerpo. Un cadáver en perfecto estado, tan en perfecto estado, incluso para llevar solo tres días fallecida, que ni siquiera parecía muerta, parecía estar dormida, más que muerta. Entonces fue cuando sus miradas se fijaron en aquellos labios carnosos, rojos, que parecían decir "cómeme", "bébeme", "bésame".
Sin poder resistirlo Xi Lang acarició esos labios con sus dedos, y de repente la boca se abrió, pero muy lejos de asustarse, sintieron la necesidad de besarla. Penélope fue más rápida y se lanzó hacia esos labios como un suicida que se tira de lo alto de un acantilado, con precipitación y sin pensar en las consecuencias. En aquel mismo instante en que Penélope la estaba besando, el cuerpo de Lilith se deshizo convirtiéndose en polvo, posteriormente lo hizo la cabeza de la que se encontraba separado por unos escasos centímetros. Xi Lang, que se dio cuenta de que aquello que estaba pasando le sobrepasaba, salió precipitadamente del hoyo pese a su gran profundidad, pero la voz de Penélope lo detuvo.
-¡A dónde se supone que vas Xi Lang!; exclamó Penélope que se levantó de donde estaba recostada, como si nada hubiese pasado, levitando fuera del agujero; ¡Vuelve a poner esa tierra donde estaba!
Llevado por una sensación de pánico que le recorría todo su cuerpo, Xi Lang comenzó a rellenar de nuevo la fosa, estaba aterrorizado, y arrepentido de no haberse quedado en Marsala, odiando al mundo en solitario. Penélope, en cambio, se sentía recorrida por una sensación especial, como un extraño cosquilleo, que le hacía sentirse más fuerte, pero también tenía miedo, miedo de las voces que había a comenzado a oir en su cabeza y que le decían: -Cierra los ojos, cierra los ojos, y déjate llevar.
-Déjate llevar y seremos una; le dijo otra voz.
-Tendrás un poder que nunca imaginaste.

En aquel momento, Penélope se abandonó a la voluntad de las voces, y cerró los ojos, sus preciosos ojos azules, cayendo al suelo, un humo blanquecino empezó a salir de su boca, nariz, y oídos, como si arrojase su propia alma por ellos. Una vez hubo expulsado todo el humo, Penélope se levantó, su mirada se volvió más oscura si cabe y solo dos palabras salieron de su boca: -Alejandro Chamorro.

Espero que os haya gustado este fragmento y ya sabéis que si queréis conocer lo que le sucede después a Kate o que le acontece a su hija Spring, podéis encontrar todas estás respuestas en mi novela Tres Mujeres en un mundo cambiante, Volumen I, a la venta en amazon.es

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