Capítulo
II: El regreso de la señora de la noche.
Nunca
pudo imaginar Penélope, las consecuencias que iba a tener sobre ella
misma, ni sobre los demás su sed de venganza. Aquella sed venganza
que le había llevado a Sicilia, donde había conocido a Xi Lang, un
joven chino que había decido unírsele, por estar resentido con el
mundo. Un mundo que le había quitado a su padre cuando apenas tenía
diez años, un mundo que lo había hecho trabajar desde su más
temprana infancia sin darle recompensa alguna, que le había
despojado también de su madre y le había separado de sus tíos
llevándoselos a América, un mundo al que culpaba por sentirse
incapaz de cuidar de sus dos hermanos pequeños. Era contra aquel
mundo contra el que Xi Lang quería descargar su rabia mal contenida,
y por eso vio en la unión con Penélope sino la única la mejor
forma de lograrlo. Penélope, aquella joven griega que quiso conjurar
a Go, el Tifón, puesto que tenía una sola idea en su mente, invocar
a Dagomón, para que él eliminase a sus más odiados seres, entre
los que se encontraban, Kate y Jerry, a los que quería ver sufrir
minuto a minuto, todos los instantes de sus largas vidas, sin dejar
ni un solo momento de calma en las mismas. Pero ambos nunca
imaginaron cuales iban a ser las consecuencias de aquel odio
desmesurado que les corroía por dentro.
Pensaron
dirigirse hacía Austria, pues allí conocía Xi Lang a una persona
que podía ser la adecuada, alguien que creía que aceptaría ser el
necesario tercer integrante del grupo para invocar a Dagomón. Y en
su camino que recorrería Italia de sur a norte hasta llegar a
Austria, decidieron pararse en Palermo a pasar la noche, pues estaba
oscureciendo y no faltaba mucho aún para esa bonita y acogedora
localidad.
Se
encontraban a las afueras de la ciudad cuando sintieron la necesidad
de detener su paso, una sensación de desasosiego les recorrió todo
el cuerpo y empezaron a cavar como locos, pero sin saber el porqué.
Después de haber estado cavando durante horas, primero con las manos
hasta quedarse sin uñas, para luego seguir con diferentes
herramientas como palos, e incluso un puñal, encontraron un cuerpo.
Un cadáver en perfecto estado, tan en perfecto estado, incluso para
llevar solo tres días fallecida, que ni siquiera parecía muerta,
parecía estar dormida, más que muerta. Entonces fue cuando sus
miradas se fijaron en aquellos labios carnosos, rojos, que parecían
decir "cómeme", "bébeme", "bésame".
Sin
poder resistirlo Xi Lang acarició esos labios con sus dedos, y de
repente la boca se abrió, pero muy lejos de asustarse, sintieron la
necesidad de besarla. Penélope fue más rápida y se lanzó hacia
esos labios como un suicida que se tira de lo alto de un acantilado,
con precipitación y sin pensar en las consecuencias. En aquel mismo
instante en que Penélope la estaba besando, el cuerpo de Lilith se
deshizo convirtiéndose en polvo, posteriormente lo hizo la cabeza de
la que se encontraba separado por unos escasos centímetros. Xi Lang,
que se dio cuenta de que aquello que estaba pasando le sobrepasaba,
salió precipitadamente del hoyo pese a su gran profundidad, pero la
voz de Penélope lo detuvo.
-¡A
dónde se supone que vas Xi Lang!; exclamó Penélope que se levantó
de donde estaba recostada, como si nada hubiese pasado, levitando
fuera del agujero; ¡Vuelve a poner esa tierra donde estaba!
Llevado
por una sensación de pánico que le recorría todo su cuerpo, Xi
Lang comenzó a rellenar de nuevo la fosa, estaba aterrorizado, y
arrepentido de no haberse quedado en Marsala, odiando al mundo en
solitario. Penélope, en cambio, se sentía recorrida por una
sensación especial, como un extraño cosquilleo, que le hacía
sentirse más fuerte, pero también tenía miedo, miedo de las voces
que había a comenzado a oir en su cabeza y que le decían: -Cierra
los ojos, cierra los ojos, y déjate llevar.
-Déjate
llevar y seremos una; le dijo otra voz.
-Tendrás
un poder que nunca imaginaste.
En
aquel momento, Penélope se abandonó a la voluntad de las voces, y
cerró los ojos, sus preciosos ojos azules, cayendo al suelo, un humo
blanquecino empezó a salir de su boca, nariz, y oídos, como si
arrojase su propia alma por ellos. Una vez hubo expulsado todo el
humo, Penélope se levantó, su mirada se volvió más oscura si cabe
y solo dos palabras salieron de su boca: -Alejandro Chamorro.
Espero que os haya gustado este fragmento y ya sabéis que si queréis conocer lo que le sucede después a Kate o que le acontece a su hija Spring, podéis encontrar todas estás respuestas en mi novela Tres Mujeres en un mundo cambiante, Volumen I, a la venta en amazon.es
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